
Una investigación divulgada desde Aapresid puso en jaque una creencia cada vez más extendida en el Agro: que la labranza ocasional puede ser una herramienta útil para controlar malezas en sistemas de siembra directa de larga data.
Tras dos décadas sin tocar el suelo, investigadores de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de Buenos Aires evaluaron qué pasa cuando se interrumpe la siembra directa con un pase de rastra. ¿El resultado? Las malezas siguen ahí. Y las más problemáticas, también.
El estudio, realizado en un lote con más de 20 años de siembra directa continua en Carlos Casares, mostró que la labranza ocasional sólo redistribuye las semillas de malezas presentes en el perfil del suelo, sin reducir significativamente su riqueza ni su abundancia. En otras palabras, cambiar el sistema, no cambió el problema.
Aunque hubo cambios en la distribución vertical del banco de semillas –se movieron de la capa superficial a las más profundas–, las especies difíciles, como Amaranthus hybridus, Echinochloa sp. o Eleusine indica, se mantuvieron estables. Especies resistentes, que ya son un dolor de cabeza para muchos productores, siguieron emergiendo sin importar el tratamiento.
Además, la mayor parte de las semillas se concentraron en los primeros 5 centímetros del suelo, tanto con siembra directa como con labranza. Y muchas especies no mostraron respuesta significativa a la remoción del suelo. El mensaje es claro: las malezas no se desactivan con un pase de disco.
Desde la Red de Manejo de Plagas de Aapresid afirman que “este estudio refuerza la necesidad de un enfoque verdaderamente integrado para el manejo de malezas. La receta no pasa por elegir una u otra herramienta de forma aislada, sino por diseñar sistemas más diversos, complejos y vivos. Rotaciones intensas, uso estratégico de cultivos de servicios, rotación de modos de acción de herbicidas y decisiones pensadas a largo plazo”.
“La labranza ocasional puede alterar la composición, pero no reduce la amenaza”, agregan, e insistir con ella como salvavidas técnico puede dar una falsa sensación de control, y hasta atentar contra los principios de sustentabilidad que sostienen la siembra directa.
La tentación de romper la siembra directa ante el avance de las malezas puede ser grande. Pero esta investigación deja un mensaje contundente: el pase de disco no alcanza para revertir décadas de presión de selección. Lo que sí puede marcar la diferencia es volver a pensar el sistema desde sus bases.
Envía tu comentario