
El girasol es un jugador clave en nuestro agro; se adapta a diversas regiones, accede a mercados diferenciados y aporta estabilidad y diversificación ante los desafíos comerciales y del ambiente. Pero hay un problema: los rindes aún están lejos de su potencial. Un estudio de FAUBA, INTA, ASAGIR y otras instituciones determinó que las brechas de rendimiento —la diferencia entre lo cosechado y lo que se podría lograr— oscilan entre 34% y 40% a nivel país. La producción podría crecer con tres ajustes clave: optimizar la fertilización con fósforo (P) y nitrógeno (N), elegir cultivares de buen potencial de rendimiento y adoptar sistemas de labranza más eficaces.
“El cultivo de girasol es estratégico para el país, y aunque los rendimientos son buenos, todavía hay margen para aumentarlos. A ese incremento de kilos por hectárea lo llamamos brecha de rendimiento”, dijo Ignacio Rodríguez, primer autor del estudio y profesional del Grupo Don Mario.
“La brecha es la diferencia entre el rinde que el productor obtiene hoy y el que podría lograr aplicando las mejores prácticas de manejo. Es un indicador muy importante porque permite identificar oportunidades para optimizar la productividad, ya sea en kg por hectárea o indagando en las causas que la determinan”, explicó.
Desde el sitio Agroclave cuentan que, haciendo un poco de historia, Ignacio señaló que en 2013, el Profesor Antonio Hall —Emérito de la UBA y del Conicet— demostró que entre 2000 y 2007, la brecha había sido del 29%. Sin embargo, ese trabajo no identificó las causas de ese porcentaje. Por eso, hoy, luego de casi 20 años, se hacía necesario avanzar sobre tales aspectos.
“Nuestro objetivo, entonces, fue recalcular esta diferencia para el período del 2010 al 2016, aplicando una metodología novedosa respecto de la que había usado Hall. Además, también buscamos establecer las causas”, indicó Ignacio.
“En el trabajo, primero definimos el rendimiento potencial en base a modelos de simulación, a ensayos comparativos de rendimiento y a los rindes de los productores más eficientes del Crea. Después, comparamos esos rendimientos con los registros de producción del Ministerio de Agricultura. Además, lo hicimos para todas las zonas girasoleras”, puntualizó Rodríguez.
Para Pablo Cipriotti, docente de la Facultad de Agronomía de la UBA, las brechas son significativas. “Con el modelo de simulación y los datos de CREA obtuvimos valores medios de 34% para todo el país, mientras que con los ensayos comparativos de rendimientos, un promedio de 40%”, informó, y aclaró que las diferencias regionales variaron desde 25% en el sudeste bonaerense hasta 50% en el norte.
La publicación en la revista Field Crops Research también identificó las causas de las mermas productivas. “Las más relevantes son la insuficiente fertilización fosforada y nitrogenada, el uso de labranza convencional y la adopción de genotipos de bajo potencial de rendimiento. Además, varían en importancia según la región girasolera”, afirmó el docente.
“Por ejemplo —añadió Cipriotti—, en el norte, las mayores mermas en los rindes ocurren por emplear labranzas convencionales, mientras que en el sudeste de Buenos Aires se deben, sobre todo, a la poca fertilización con P y N”.
“A nivel país, el girasol permite una intensificación más diversificada de la agricultura y una mayor estabilidad frente a algunos factores ambientales o de mercado”.
“A nivel país, el girasol permite una intensificación más diversificada de la agricultura y una mayor estabilidad frente a algunos factores ambientales o de mercado”.
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