Bayas de enebro junto con una receta de “botánicos”, alambiques y alcoholes agrícolas, maceración y destilado, las nuevas palabras de un decálogo sagrado para las y los audaces fabricantes de una bebida, el gin, que cada día se consume más en la Argentina, y que se produce también en la provincia.
Hace poco más de tres años se conoció la existencia de Herederos, el pionero de los gin originario de la ciudad de La Paz, aunque hoy se produce en la capital provincial. Luego, en 2019, vendría Mitos y, desde hace poco más de dos meses, el más nobel de todos, el gin Río, creado por la Bodega Centuria, y de lo que nos ocupamos en esta crónica.
Nina Centurión, una joven que en poco tiempo estrenará su título de Diseñadora Industrial, está al frente del proyecto, surgido desde las entrañas de la Bodega Centuria, ubicada en las afueras de Paraná, con viñedos implantados hace trece años.
El caso de este emprendimiento es interesante por su diversidad. Leonardo, padre de Nina y responsable de la bodega artesanal, además de producir vinos hace más de una década recorrió variantes para agregarle valor a los frutos del viñedo, elaborando otras bebidas y de muy buena calidad. Espumantes, grappa (con destilado de orujo, una delicia) y vermut, además de los clásicos vinos malbec, merlot o chardonnay.
“En mi generación el consumo de gin es importante, está en auge y la producción nacional va en constante crecimiento” cuenta la joven sobre la motivación para incursionar a un nivel de elaboración con comercialización de una bebida con historia.
Dice la literatura que como buenos piratas, los ingleses copiaron la fórmula de la ginebra a los holandeses, que la producían hace más de 500 años, y la perfeccionaron. Unos cuantos siglos después, mientras conquistaban la India, terminaron combinando la quinina producida en América del Sur, a la que le agregaban un toque de azúcar, soda y gin, para combatir la malaria. “El gin-tonic ha salvado más vidas y cabezas inglesas que todos los médicos del Imperio”, dicen que dijo Winston Churchill.
Y así comenzó la primera etapa, con el claro objetivo de incorporar esta bebida de origen inglés en la carta de opciones de la bodega. “Durante un año estuvimos probando todas las marcas, nacionales e internacionales. La decisión de llevar adelante la iniciativa determinó la adquisición de un alambique de acero inoxidable para comenzar a experimentar” explica. Poner primera y marchar lentamente, paso a paso, con familiares y amigos involucrados en la Fase 3 de la vacuna, inocularse y aprobar (o no) la calidad del gin paranaense, que recibió las mejores calificaciones de los privilegiados participantes de la exclusiva cata.
El proceso de la creación
“Se hace por un proceso de destilación en un alambique, nosotros tenemos uno de acero inoxidable. Primero hay una maceración de los botánicos en una solución hidroalcoholica y en frío. Luego pasa al alambique donde se hace el proceso de arrastre de vapor. Los botánicos pasan a un infusor y el alcohol se destila y así se obtiene la bebida blanca” relata Nina sobre el proceso.
¿De qué hablamos cuando hablamos de los “botánicos”?
Las bayas de enebro (hay producción nacional, al igual que el lúpulo para la cerveza, en la Patagonia) son intrínsecas a la elaboración del gin (o ginebra). Sin este elemento no hay bebida. Después sí, viene la combinación que define una identidad que, como una suerte de DNI es parte de la presentación del cada vez más amplio y exigente “mundo gin”.
Pero hay más botánicos para este elixir: Coriandro, Angélica, Regaliz, Lirio, Limón, Manzanilla, Romero, Tomillo y Lavanda, junto con las bayas de Enebro, en las proporciones que sí son secreto de autor, y que forman parte del ADN del gin Río.
Etapa comercial
“Cada día hay más marcas de gin. Estamos viendo una muy buena respuesta de quienes lo han probado. Gusta mucho el producto. Hace un mes salimos al mercado, con muchos puntos de ventas en Paraná. Y estamos proyectando salir hacia ciudades más grandes” nos cuenta Nina.
En el país se cuentan más de 100 etiquetas y en Entre Ríos se puede mencionar a estas tres marcas emprendedoras dedicadas profesionalmente, aunque con seguridad son muchos más los que se dedican a destilar gin en sus casas.
Sobre la expansión que imagina para la actividad comercial, la joven empresaria recuerda que “hoy tenemos una mini destilería, así que también el crecimiento tiene que, además de las ventas, estar basado en la capacidad de producción”.
La botella del gin de la bodega centuria tiene una particularidad. Los capuchones de algarrobo del artesano Darío Yuber, otros de cerámica que surge del artista Mario Armándola, más uno de acero inoxidable. “El capuchón, además, tiene la medida exacta para preparar un gin-tonic”.
La pausa de la pandemia tuvo su lado positivo en el proyecto. “Nos permitió organizar y dar los primeros pasos en nuestro emprendimiento. Así pudimos lograr las autorizaciones administrativas para poder comercializarlo. Y esperamos en este verano dar el salto que nos permita tener un horizonte promisorio”, nos dice para finalizar.
Si hace unos 20 años comenzó la recuperación de la vitivinicultura en la provincia, de la mano de Jesús Vulliez en Colón, vendría después el turno de los cerveceros artesanales que llamarían nuestra atención por la intensidad productiva y cantidad de marcas hoy consolidadas. Ahora la noticia es la elaboración de gin en estas tierras siempre pródigas y aptas para resueltos emprendedores. ¡Bienvenidos y salud!
Guido Emilio Ruberto / Campo en Acción
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