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Villa Urquiza

El viejo almacén de los Aceñolaza, espacio de la cultura y la memoria

Recorrer el viejo edificio es un viaje en el tiempo que empieza en 1884.
Recorrer el viejo edificio es un viaje en el tiempo que empieza en 1884.
15/05/2021 09:25 hs

Ubicado en la esquina más importante de la Villa, frente a la plaza y en el camino que sigue llevando al río Paraná, el almacén de ramos generales de los Aceñolaza fue un lugar emblemático del departamento Paraná durante un largo siglo de actividad comercial. Hoy sigue con sus puertas abiertas, pero transformado en un mágico lugar donde la historia, los recuerdos y la nostalgia se convocan para rendir un justo homenaje a la ruralidad entrerriana, a las familias gringas y a los sueños de sus pioneros.

Ingresar y recorrer el viejo edificio de enormes paredes es un viaje en el tiempo que nos lleva por un instante fantástico a imaginar a hombres y mujeres en carro, sulky o a caballo llegando desde la colonia hasta el almacén, donde se podían abastecer de mercaderías con las que contaba el comercio, el “Almacén de Ramos Generales y productos del país” de José María Aceñolaza, un joven de origen vasco instalado en Villa Urquiza luego de comprar la imponente casona, allá por 1884.

“Fue un almacén que tenía todo lo que necesitaba la familia rural, absolutamente de todo” nos cuenta para iniciar la charla Pablo Aceñolaza, tataranieto del fundador y actual responsable del espacio cultural denominado Museo Regional Casa Aceñolaza.

“Hay que pensar que para llegar hasta Paraná era mediodía de viaje, no había pavimento y el acceso hasta la ruta 12 eran kilómetros de camino de tierra, así que las compras se hacían en el almacén, que tenía lo que nos imaginemos para aquellos tiempos” cuenta. El edificio, de estilo neoclásico italianizante, “fue construido en 1860 como vivienda familiar”. La casa, en una esquina y en forma de L, tiene su tramo principal frente a la actual plaza central de la Villa, que luce hoy una frondosa arboleda.

En el establecimiento se vendían alimentos como arroz, fideos, yerba, azúcar, aceite o café. Pero también estaba el “bazar”, con artefactos de uso cotidiano como calentadores, planchas, platos, tazas, pavas, ollas o vasos. O la “mercería”, con variedad de hilos, botones, medias, corpiños o calzoncillos, alpargatas marca “Rueda” o “Luna”. Y la “Tienda”, donde se exhibían los cortes de tela, desde seda o satén hasta lienzos de diversa calidad, o la ropa de confección como camisas, pantalones, bombachas o sombreros.

Se podría agregar los sectores de perfumería, librería, de dulces y galletitas, los vinos fraccionados o en tonel. “La lista podría ser interminable, pero todo para que la familia rural pudiera tener lo que necesitaba” indica Pablo, recordando que, lejos en el tiempo y a principios del siglo XX, el almacén tenía dos esferas bien diferenciadas: “El despacho de bebidas, donde sólo pasaban los hombres, y del otro lado una sección para la mujer”. Otro tiempo, otra dimensión.

La historia de la Colonia Agrícola

Villa Urquiza tiene una historia muy particular. Se conforma oficialmente el 1° de septiembre de 1853 como la Primera Colonia Agrícola Militar Las Conchas, a partir de la demarcación de su damero urbano y la entrega de tierras. Don Manuel Clemente fue el encargado de iniciar aquel núcleo poblacional, con militares fieles al vencedor de Caseros, que pretendían tomar las herramientas agrícolas y dejar atrás tantas batallas y cruzadas guerreras.

Según describen los registros, en 1855 se hizo cargo de la colonia el coronel Doroteo Salazar, que llegó al lugar con un importante grupo de inmigrantes europeos huidos del hambre y la guerra. Poco a poco, a esta villa fueron arribando personas llegadas de Alemania, Suiza, Francia, Italia y España.

En 1858, por el importante desarrollo que adquirió el lugar, el gobierno nacional dispuso que la Colonia Las Conchas fuera elevada al rango de villa y se la denominara Villa Urquiza, en honor a su fundador y por entonces presidente de la Confederación Argentina.

Nace el almacén de ramos generales

“La casa es muy antigua, es una de las primeras de material que se levantan en la planta urbana, en una esquina y frente a la plaza. Fue construida en 1860 por un inglés, John Wood, junto a su esposa Priscila, pero la conservaron poco tiempo. Cuando él fallece se la venden al entonces coronel José Antelo, que fuera gobernador de Entre Ríos (1879-1883), y un estrecho colaborador en muchas campañas de Urquiza”, nos cuenta Pablo.

Antelo, al igual que otros militares cercanos al general Urquiza, tuvieron extensas propiedades en esta zona el departamento Paraná. Al finalizar su mandato como gobernador le vende la casa al joven José María Aceñolaza, quien inicia una actividad comercial que fue creciendo con intensidad y se expandió a rubros como el acopio de granos y cereales, el que luego se despachaba por transporte fluvial.

La historia del almacén de “Ramos Generales y productos del País” se extendió desde el lejano 1884 hasta 1987, abierto contra viento y marea, para abastecer a los colonos y sus familias, como centro de la vida social de la “Villa” y más allá, testigo fiel de historias y leyendas de pago chico, de reuniones y conspiraciones políticas maravillosamente descritas en los libros de Florencio Aceñolaza, geólogo, historiador, recopilador, el padre de Pablo, que reside en Tucumán.

“Las profundas transformaciones del país y de la provincia, los procesos de industrialización y el requerimiento de mano de obra intensiva provocaron la expansión de las grandes ciudades y sus cordones, con la consecuente migración y despoblamiento de las zonas rurales, como Villa Urquiza”. La vieja Argentina, tan pastoril como conservadora, vivió una migración interna de hombres y mujeres buscando un presente y futuro que no podían encontrar y forjar en su tierra.

“Fue un proceso largo que culminó en el cierre. La crisis global de los años ’30 tuvo aspectos contradictorios. Por un lado la situación económica afectó, pero también un aspecto de progreso, como fue el tren. Granos y cereales comenzaron a salir por el ramal ferroviario que recorría el departamento Paraná y terminaba en el puerto de Diamante. Eso, que fue sinónimo de progreso, fue letal para las pequeñas estaciones fluviales como Brugo, Celina, Curtiembre o Villa Urquiza” señala Pablo.

Como indican las leyes del mercado, si no hay demanda… los viejos almacenes fueron cerrando sus puertas, y el de la “Villa” no fue la excepción. En 1987, luego del fallecimiento de “don Flori”, como todos llamaban a Florencio Dardo Aceñolaza, las puertas del negocio ubicado en la calle principal, ahora denominada Alameda de la bajada, no se volvieron a abrir.

El rescate de la memoria

Pero la vieja casona de la familia tenía un proyecto para compartir con la comunidad. “No fue una decisión fácil echar llaves a un negocio de tantos años y de tanta significación familiar. Fue muy triste pero no había alternativa. Mi padre y sus hermanos hacían su camino, como profesionales, en otras actividades y nadie se iba a ocupar, además de la situación” recuerda Pablo.

“La familia interpretó la importancia que tenía el lugar y dispuso de manera generosa que el espacio se fuera transformando en un punto de exposición de lo que había sido el viejo almacén, referencias de la historia de la Villa Urquiza de antes y también de la provincia eminentemente rural que fue alguna vez Entre Ríos”. Nacía así el Museo Regional “Casa Aceñolaza”, que pronto cumplirá 30 años de actividad cultural y que está abierto todos los días, con acceso acorde a los protocolos por la pandemia. Allí funciona el área de turismo de la comuna y una biblioteca municipal, lo que facilita la atención.

“Muy pronto vamos a poder concretar una sala para honrar a los cuatro soldados veteranos de Malvinas oriundos de la Villa” señala Pablo con orgullo, sobre el trabajo que llevan adelante en una nueva etapa en la historia de la casa de los Aceñolaza, un refugio lleno de recuerdos de aquellos gringos que llegaron a estas tierras hace mucho tiempo, cargando baúles llenos de esperanza en una vida mejor.

Guido Emilio Ruberto / Campo en Acción

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