La recuperación de la humedad con el alejamiento de La Niña, más los altos calores, propiciarán la aparición de enfermedades en soja y maíz. Cómo cuidar los cultivos para proteger los rendimientos.
El fin de semana de Navidad dejó buenas razones para brindar entre los productores agropecuarios: llegaron importantes acumulados de lluvias para empezar a revertir los daños que provocó la extensa sequía sucedida durante el invierno y la primavera. A eso se suma que los modelos climáticos globales ya presagian el alejamiento de La Niña a partir de febrero, lo que implica una recuperación de la oferta hídrica para los cultivos.
De todos modos, es un beneficio no exento de riesgos: el regreso de las precipitaciones durante la segunda mitad del verano también coincide con la proliferación de ciertos patógenos nocivos para los cultivos de soja y maíz.
Guillermo Indaco, coordinador regional de mercado para el sur bonaerense de Sumitomo Chemical, advierte que la probable ocurrencia de lluvias a partir de febrero generará el ambiente propicio para el desarrollo de las llamadas enfermedades de fin de ciclo.
Además, en esta campaña hay un factor adicional para tener en cuenta: el calendario tradicional está más atrasado esta campaña y eso implica una mayor coincidencia entre la dinámica de la enfermedad y el ciclo del cultivo. “Es esperable que, bajo ambientes húmedos, las enfermedades más comunes en gran parte de las regiones sojeras argentinas sea la mancha marrón o el tizón de la hoja.
Para ciertas zonas, como en Córdoba, puede ser emergente la problemática de la Mancha Ojo de Rana”, especifica el técnico. Según Indaco, también hay riesgos para el maíz. De acuerdo con los datos que aporta, cuando se esperan rindes superiores a los 90 quintales por hectárea del cereal, hay óptimas respuestas a la aplicación de fungicida.
MONITOREOS
Uno de los aspectos que destaca es la importancia del monitoreo para ser efectivos en el control de las enfermedades. La falta de criterio o las fallas en el diagnóstico están entre las principales causas de la aparición de tolerancia a ciertos principios activos por parte de los patógenos.
Por estas causas, advierte que están ajustándose las estrategias de control, utilizando tecnologías de “triple mezcla” de principios activos. “Para el tratamiento fungicida, Sumitomo Chemical tiene dentro de su portfolio actual a Tazer Xpert, una mezcla de un triazol y estrobilurina, adecuado para el manejo de manchas o tizones”, destaca.
Al respecto, adelanta que, en la búsqueda de mecanismos de acción diversos, Sumitomo ya tiene preparado el lanzamiento de dos nuevos fungicidas para el año que viene. “Estaremos presentando Excalia Max -con registro para trigo y soja- una solución que contiene Indiflin, una carboxamida descubierta por Sumitomo más un triazol (Inpyrfluxam 6% + Tebuconazole 20%) especialmente diseñado para el control de royas y también manchas en trigo. Asimismo, también tendremos disponible Excalia Xpert, un fungicida que combina una carboxamida con difenoconazole y picoxystrobin para el control de enfermedades de fin de ciclo en soja”, destaca el técnico.
Hacia el 2024, en tanto, se presentará “Pavecto”, un nuevo fungicida integrante de un nuevo subgrupo de la familia de las estrobilurinas, con registro para soja, maní y cereales.
INVERNALES
En cuanto a lo que sucedió en la campaña invernal, el representante de Sumitomo Chemical hizo referencia a lo sucedido en el sur bonaerense, donde el trigo tuvo la presión de enfermedades en algunas etapas fenológicas puntuales. “El trigo inició el ciclo con muy buena agua disponible en el perfil, la siembra avanzó rápido, con ciclos largos. Con mucha incidencia de heladas y la sequía que atravesó todo el invierno. Las enfermedades que mayormente se presentaron fueron manchas foliares terminando el macollaje y también roya anaranjada en la espigazón. En trigo, en promedio, hubo al menos una aplicación”, detalla el técnico.
Las estrategias de tratamiento apuntaron en dos sentidos: primero, aplicaciones más tempranas pensando que las condiciones de sequía cambiarían; segundo, controles más tardíos. “Las primeras aplicaciones se hicieron alrededor de Z3.2-3.3, mientras que en aquellos casos que esperaron más tiempo aplicaron una triple mezcla de fungicidas entre Z3.7-3.9, combinando una carboxamida, triazoles y estrobilurinas. De acuerdo con las condiciones que se presentaron finalmente durante la campaña, esperar para aplicar en una etapa más tardía fue mejor decisión”, concluye.
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