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Producción de huevos: una eterna primavera que nunca se detiene

La Argentina está entre los 5 países más consumidores de huevo del mundo
La Argentina está entre los 5 países más consumidores de huevo del mundo
10/10/2019 11:15 hs

Dos empresarios del huevo cuentan los pormenores tecnológicos y económicos de una actividad agroindustrial que tiene su propia idiosincracia.

En la Argentina se consumen 274 huevos por año por persona, una cifra llamativa que convierte al país en el quinto consumidor mundial de esta fuente de proteína animal. Para abastecer a una demanda exigente, a lo largo y ancho del país hay 960 granjas de variadas dimensiones produciendo huevos todos los días del año. Sin dudas, se trata de un país con mucho huevo.

Lucas Villamil de CLARIN RURAL conversó con algunos protagonistas de esta industria y conoció los pormenores tecnológicos y económicos de dos empresas familiares. Una de ellas es la que llevan adelante los Roth en la localidad entrerriana de Maciá. La firma fue fundada en 1955 y en un inicio se dedicó a la incubación de pollos para vender, pero con el tiempo se enfocaron en la postura de huevos.

Actualmente, según detalla Emerson Roth, encargado de la comercialización y el marketing de la empresa, producen ellos mismos todos los granos necesarios para la alimentación de las 800.000 aves en producción y las 400.000 que tienen en recría. Cultivan soja, maíz, trigo y algo de sorgo que se utilizan en su totalidad para la alimentación de las aves: en total, unas 34.000 toneladas de granos por año que son procesadas en una planta propia. Aproximadamente la mitad de la ración es maíz y un 25 por ciento es soja.

Con el alimento asegurado, el ciclo avícola de la empresa comienza con la compra de pollitas de un día de vida que serán recriadas en naves especialmente acondicionadas durante 18 semanas, primero con raciones bien molidas y después con alimentos que las predispongan para el comienzo de la producción. Un 50 por ciento de las aves se reponen cada año.

Un equívoco que es necesario aclarar es que las gallinas en una granja de postura no tienen contacto con los gallos, sino que ponen huevos porque está en su naturaleza, y esos huevos no tienen un pollito en su interior, explica Roth. La vida útil de una gallina es de 110 semanas y el porcentaje de postura diaria es del 90 por ciento.

En Roth, por día despachan 1.900 cajones de 30 docenas. Es decir, unos 700.000 huevos. Todo el proceso de empaquetado está automatizado para que el primero en tocar los huevos sea el consumidor. Desde las jaulas son llevados por cintas transportadoras hasta las cajas, y de ahí hacia las sucursales de distribución que tienen en las diferentes provincias del Litoral y noreste del país, en sus propios camiones. “Es una empresa muy integrada vertical y horizontalmente”, dice Roth, y agrega que tras la producción del expeller de soja que compone la ración transforman el aceite en biodiésel para proveer a su flota.

“Hoy el 90 por ciento de las granjas tienen tecnología de punta”, afirma por su parte el empresario de Bahía Blanca Ricardo Cangelosi, y detalla que el sistema más utilizado es el “blackout”, en el que está todo cerrado y tanto la iluminación como la ventilación son artificiales. “Con el aumento del precio de la energía, el costo es altísimo, pero sin esa tecnología prácticamente no se puede producir. El objetivo es que las aves tengan una primavera permanente, en una zona donde las oscilaciones de temperatura son muy grandes”, dice.

Con la última frase se refiere concretamente al sur bonaerense, donde su empresa, granja San Miguel, está radicada desde 1969 y las temperaturas pueden ir de los -10 a los 40 grados.

En 1996 la firma empezó a tecnificarse y hoy cuentan con una granja totalmente automatizada con 300.000 aves ponedoras, una planta de alimento balanceado y una planta de industrialización donde se hace huevo líquido pasteurizado y huevo en polvo.

“El proceso de industrialización del huevo es similar al de la leche. Se utilizan las mismas máquinas que evaporan el agua para quedarse con el 40 por ciento de sólidos que tiene cada huevo”, explica el empresario.

En los últimos años el mercado al que apuntaban con la industrialización se fue replegando por el cierre de varias fábricas bahienses de pastas y budines. “La planta podría procesar 1000 kilos por hora de huevo y actualmente vendemos 3000 por semana. Tener una planta más chica no tendría sentido. Poner en marcha algo se hace muy difícil porque son muchos los requerimientos y es muy bajo el consumo”, dice Cangelosi.

En este contexto, la empresa vende casi el 90 por ciento de la producción en cáscara al sur del país. Son unos 230.000 huevos por día que van a los centros de distribución propios de Neuquén y Bariloche, y desde hace dos años además empezaron a exportar algo a Chile.

Una particularidad de los huevos es que al ser un producto frágil, es difícil tercerizar y muchos optan por asumir el transporte y la distribución, como hacen Cangelosi y Roth. Tienen sus propios camiones y centros de distribución, con la contra de que los camiones vuelven vacíos a la granja.

Además de ese costo de transporte, la empresa de Bahía Blanca tiene que considerar en su ecuación el flete para llevar el alimento de las aves. “Los granos para el balanceado son casi todos comprados porque lo único que permite producir la zona es la cebada y el trigo, que es aproximadamente el 10 por ciento de la dieta. Respecto a la zona núcleo nuestro costo es más alto, pagamos maíz hasta 8000 pesos la tonelada. El huevo es cada vez más barato y la incidencia del flete es cada vez más alta”, remarca.

Pero según Roth, la cuenta parece estar fina para todos. “Este año no viene siendo muy bueno porque hemos ido actualizando los valores a medida que la demanda nos lo permitió, y este año no hubo mucha plata en el bolsillo de los consumidores. La devaluación fue mucho mayor a la actualización del precio. El costo principal es el alimento balanceado, pero también está el de las pollitas, la energía, el gas para calefaccionar las naves de recría“, detalla el entrerriano.

Y el bahiense abona: “La gallina consume dólares y pone huevos que se venden en pesos y a plazos. Estos momentos a nuestra actividad la complican muchísimo. En cada devaluación perdemos el stock de capital que teníamos, y muchas medidas no podemos tomar porque el huevo es un producto perecedero y no queda otra que vender y aceptar las condiciones que impone el mercado, y a las gallinas hay que seguir dándoles de comer”.

En síntesis: para poner huevos hace falta coraje.

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