En Arroyo Pinto, a cinco kilómetros de la localidad de San Salvador, dos jóvenes productores desarrollan un modelo ganadero que aspira concretar el regreso a las tradiciones de la zona. Cada uno trabaja sus lotes, pero bajo la misma estrategia.
Tomás Ilarregui y Federico Paoloni tomaron las riendas de campos sin potencial, con mucha pendiente, nula cobertura y escasa materia orgánica; arrasados por al menos dos décadas de explotación agrícola ininterrumpida y se pusieron manos a la obra para darle valor con la fuerza de las pasturas y las haciendas.
El plan es revertir el cuadro de degradación del suelo, hacerlo sustentable y ganar plata.
Campo en Acción recorrió el lugar para ver cómo les está yendo.
“Es un deber recuperar estos campos, de muchos años de arroceras y soja, con rotaciones siempre agrícolas. Arrancamos con un panorama de deterioro del suelo muy grave” precisó Ilarregui.
Hace dos años dieron el puntapié inicial con la implantación de festuca, raigrás, trébol rojo y blanco y lotus. En general el desempeño es bueno, con algunas altas y bajas puntuales. “Todas se comportan bien” dijo el productor.
Precisó que pastura está colmada de ventajas ya que aporta cobertura, evita la erosión y mejora la estructura de la tierra. Encararon el manejo nutricional con fertilización a la siembra y la idea es volver a evaluar la necesidad de repetir la estrategia cada dos o tres años.
Al contar la perfomance Illaregui definió con una cuota de ironía: “El clima de este año fue muy seco y la pastura se comportó bien. Pero todavía no termina”.
A los lotes ingresan animales de unos 180 kilos y su plan es sacarlos cuando ronden los 350. Son 160 hectáreas, dividas en módulos de 20 y semanalmente rotan los animales. Para que en unos dos meses den una vuelta completa al campo otorgando períodos de descanso a cada módulo.
“Lleva trabajo al principio pero vale la pena. La inversión es poca, varilas, hilo y manejo” no mucho más dejo saber el productor. La carga total es de casi tres cabezas por hectárea y están al límite. Sucede que la sequía se sorteó con dificultad pero deja huellas. “El 40% de la hacienda es en capitalización, la idea es que para fin de año esa hacienda se vaya para pasar el verano con poca carga” describió Illaregui.
Al trazar un marco de los índices de medición destacó: “Cada animal es pesado e identificado por origen, luego se hacen pesadas intermedias y otra al momento de sacarlo del campo. Así vemos la ganancia diaria. En la gestión de datos está la clave para avanzar”.
Paoloni trabaja en sintonía con Ilarregui pero en sus propios lotes. “Nos iniciamos juntos bajo condiciones similares. Sembramos la pastura para tener una agricultura más estable y encontramos un modelo de trabajo muy bueno para recuperar campos maltradados” determinó el joven productor.
Ponderó que se trata de un esquema que demanda poca inversión inicial y que puede dar grandes satisfacciones, en especial desde el cuidado del suelo. “Estoy volviendo a las raíces, en la zona la costumbre era combinar arroz con ganadería y eso se fue perdiendo, pero ahora es una alternativa muy viable”, precisó. Su secreto es ser profesional y tener números para respaldar cada paso que se da. Opinó que la diversificación propone estabilidad al productor y lo ayuda a mejorar.
Acotación al margen: así nos ven
Ilarregui viene de ejercer su profesión de ingeniero agrónomo en Australia, una nación líder en producción agropecuaria. Su paso laboral por un tambo en el país más grande de Oceanía le dejó elementos para ponderar diferencias entre la manera de trabajar allá y en Argentina: “Vi que la familia entera está muy comprometida con el tambo. Trabajan todos y mucho, al margen del poder adquisitivo de cada uno. Y además tienen tecnología de punta en todo el campo. En cuanto a manejo la diferencia entre ellos y nosotros es poca. Ellos nos ven como excelentes productores, buscan los profesionales de acá. Para ellos somos buena mano de obra”.
Daniel Aguilar /Campo en Acción
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