
La poscosecha es la etapa final del proceso productivo que determina la calidad como la vida útil de frutas y hortalizas. Si bien no es posible mejorar la calidad tras la cosecha, sí puede optimizarse su conservación mediante prácticas adecuadas, como cosecha en el momento óptimo, preenfriado, limpieza, clasificación, empaque, almacenamiento y transporte.
Estas herramientas puede sumar mucho valor al productor, por ser la gestión de la poscosecha una etapa estratégica de proceso productivo. Las pérdidas en esta etapa pueden llegar hasta el 40 %, por ello, referentes nacionales e internacionales de la temática se reunirán en el V Congreso Argentino de Biología y Tecnología Poscosecha para debatir sobre prácticas y tecnologías que reducen las pérdidas, y a su vez, en la incorporación del envasado inteligente e inteligencia artificial en el proceso.
“En un contexto donde la eficiencia y la calidad son exigencias ineludibles, anticipar el comportamiento de la fruta durante la conservación y prever la evolución de la calidad resulta clave para tomar decisiones más acertadas y eficientes”, señaló Gabriela Calvo, especialista en poscosecha del INTA.
Asimismo, destacó que actualmente se trabaja en investigación, desarrollo y transferencia tecnológica en conjunto con el sector frutícola regional, abordando aspectos relacionados con la fisiología, tecnología, patología e ingeniería. “Nuestro objetivo es preservar la calidad de los frutos, prolongar su vida útil y reducir las pérdidas, garantizando su inocuidad”, puntualizó.
poscosecha resultan estratégicas para sostener la actividad y acceder a mercados internacionales.
El área de poscosecha del INTA se enfoca en la determinación de índices de cosecha por especie y variedad, la evaluación de tecnologías de conservación y la coordinación técnica del Programa Regional de Madurez (PRM), vigente desde 1993. “El PRM adecua las fechas de inicio de cosecha a cada temporada y se consolidó como una herramienta técnica clave para la fruticultura de la Norpatagonia”, precisó Adrián Colodner, de INTA.
La variabilidad en el clima plantea nuevos escenarios: frutos más sensibles a fisiopatías durante la conservación y aparición de nuevas enfermedades. A esto se suma la disminución de productos químicos disponibles para el control poscosecha, lo que exige alternativas sostenibles y efectivas.
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