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HIDROVIA

Relato de cuando la felicidad iniciaba con tener trabajo

Añeja postal del dique del puerto de Paraná en tiempos que el trabajo ardía.
Añeja postal del dique del puerto de Paraná en tiempos que el trabajo ardía. Foto 1/2
Postal de la escuela de aprendices, hacia mediados de 1950. Foto 2/2
25/07/2021 11:30 hs

La Hidrovía es sin dudas un tema vigente. Candente, actual, pujante se mantiene en el tapete de la actualidad todo el tiempo. Por cierto, requiere de algunos conocimientos especiales dependiendo desde donde se aborde la cuestión. Ambientalistas, economistas, marineros, políticos, geógrafos, un universo de especialistas cuyas opiniones seguramente deben confluir en algún momento.

Pienso (tan solo eso) en lo que sucede con los melancólicos, en aquellos cuyo único capital son los recuerdos de momentos bellos y de vidas no tan pretéritas donde la felicidad solía iniciarse simplemente con tener trabajo.

A partir de los años de la década de 1980 el Puerto Nuevo de la ciudad de Paraná comenzó un lento declive, una depreciación que con el correr de los años se transformó en una nueva fisonomía, un andar diferente y una integración innegable. Sin embargo, todo allí está atravesado por sensaciones de factorías, por reliquias de andanzas e incluso, por antiguos sones fantasmales de diversiones audaces.

Parte central, cardiaca quizás de todo ello era el Ministerio de Obras Públicas, una extensión considerable que nació simultáneamente con la inauguración del Puerto Nuevo, hacia principios del Siglo 20.

Parece una sin razón, siendo Paraná una ciudad que ha tenido tres Puertos antes que un ferrocarril, que llegando al Siglo 21 no conserve absolutamente ninguno de ellos (valga la verdad, ni puertos ni ferrocarriles). Solo vestigios y despojos subsisten del antiguo enclave portuario de Bajada Grande, casi invisible se encuentra el Puerto Viejo y se herrumbra inexorablemente el Puerto Nuevo.

Hoy día pulula en los textos la mención a la “reactivación”, que no es otra cosa que volver a activar. Se refiere sin dudas a poner en funcionamiento un mecanismo de producción, de transporte y hasta de soberanía. Y sin dudas, seria eso un renacimiento, sobre todo para esas zonas y ese Puerto nuevo donde el Ministerio de Obras Publicas languidece, una vuelta a la vida de enormes galpones, maquinarias sofisticadas de gran porte, rieles e instrumentos navales específicos.

Sin embargo, más allá del re activación y del re nacimiento, también habrá recuerdos. Y asi como uno es volver a activarse, el otro es volver a nacer, el recuerdo es volver a pasar por el corazón. Asi de simple, y asi de humano habría de ser que regresen los sonidos fabriles, los golpes interminables de martillos enderezando cascos navales, chispas del esmerilando de metales y sopores de las fundiciones de aleaciones especiales. O el rumor de la madrugada, con los obreros entrando (felices) a su empleo, con los marineros prestos a la navegación, con las sirenas de los barcos prontas al anuncio de las partidas o recaladas, la enorme sirena convocando al trabajo o a los refrigerios, el murmullo interminable de los aprendices navales.

La Hidrovía reconoce un llamado a la reactivación. Sin dudas, lentamente asi lo irá logrando, pero no deja ello de impulsar un anhelo: que se reactiven los recuerdos, y que, aunque sea en un formato actualizado propio del Siglo XXI, aquella evidente armonía y felicidad transite nuevamente por el corazón de las personas. Después de todo, la felicidad no tiene siglos, y asi como sobre los ríos, bien podría transitar un puente, un puente sencillo donde las personas recuperen la dignidad del trabajo y la alegría de la dignidad.

Carlos Saboldelli / Historiador / Colaboración especial para Campo en Acción

HIDROVIA Opinión

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