A la soja resistente a glifosato le decían Maradona por la magnífica gambeta que exhibían los contrabandistas de bolsas de semillas que iban desde la Argentina a Brasil y a Paraguay. La anécdota fue recordada este martes fruto de la cantidad de historias que se contaron a partir de la conmoción mundial que causó la muerte del ídolo deportivo.
Fue ese tipo de grano el que disparó la superficie implantada en el país a partir de 1996 cuando el Estado nacional le dio luz verde a la firma Monsanto para que comercialice sus variedades capaces de ofrecer altos rindes en casi cualquier condición agronómica.
En Brasil tal aprobación llegó recién siete años más tarde, en 2003; así que hasta entonces miles de productores de habla portuguesa pagaban lo que sea para acceder al producto mágico que daba dividendos a lo tonto fruto de un novedoso desarrollo biotecnológico.
Lo demás es historia, Brasil se sumó a la ola sembradora y creció a tal nivel que se ubicó al tope de los productores mundiales. Pero hubo un tiempo en que Argentina le llevó la ventaja y ellos, a lo Maradona, supieron ir achicando la brecha a fuerza de compras fuera de la ley.
Hay quienes, por esta razón, dicen que a aquella soja le decían Maradona por aquel primer gol a los ingleses en el Mundial de 1986, que Diego definió como hecho con la mano de Dios para no admitir que el último empujón de la pelota hacia la red fue hecho, precisamente, con la mano.
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