Cada 8 de septiembre se celebra el Día del Agricultor y del Productor Agropecuario, una fecha instituida el 28 de agosto de 1944 por el Estado, mediante el Decreto N.º 23.317, en recuerdo de la fundación de la primera Colonia Agrícola, ocurrida en 1856, en Esperanza, provincia de Santa Fe. Por aquel entonces, era gobernador José M. Cullen y, por iniciativa de don Aarón Castellanos, 1.162 colonos suizos tomaron posesión de las parcelas asignadas, según la Facultad de Ciencias Agropecuarias.
El Estado instituyó este día considerando que la fundación de la primera Colonia Agrícola “marca una fecha decisiva en el desarrollo de nuestra agricultura". El 8 de septiembre de 1910 se inauguró en la Plaza San Martín de Esperanza el Monumento a la Agricultura Nacional.
Desde la Federación Agraria Argentina recodaron la fecha y aportaron que “ha pasado mucho tiempo desde la fundación de la primera Colonia Agrícola a nuestros días, pero algunas cosas siguen igual, o peor, como los famosos caminos de la producción, que cuando llueve se transforman en pantanales que ni las carretas de aquellos tiempos podrían atravesar. Caminos de la época del Virreynato en tiempos “modernos” que han motivado un éxodo rural importante, el cual se ha profundizado en los últimos tiempos”.
Ponderan que la tecnología cambió y sigue haciéndolo con la incorporación de nuevos implementos agrícolas. Así fue que llegaron las primeras máquinas a vapor que requerían de mucho personal para funcionar, además de gente que trabajaba en los campos recolectando la cosecha. Los primeros tractores, cosechadoras, hasta llegar a nuestros días en donde se fabrican y utilizan distintos tipos de implementos. Atrás quedó la siembra al voleo, los arados mancera, los más grandes que requerían yuntas de caballo, generalmente uno a la mañana y otro a la tarde, para trabajar de sol a sol. Desde hace un tiempo, no demasiado, la tecnología irrumpió con fuerza en el agro.
Y valoran que la Argentina fue precursora de la siembra directa, quedando atrás la convencional. Adelantos que lamentablemente no fueron acompañados por las distintas gestiones de estado que no implementaron políticas acordes a lo que demandaba el agricultor y el campo en todas sus economías. Caminos, rutas transitables, conectividad, seguridad. El agricultor/a es una persona optimista ciento por ciento. Se cae y se levanta una y otra vez. A la vista está con lo que pasó con la sequía. Tres campañas pérdidas, deudas por todos lados que obligaron al productor agropecuario a reinventarse. Pasando en limpio vender animales el que lo tenía o algún fierro.
El productor agropecuario siempre apostó por el país. En las primeras colonias sembrando pequeñas parcelas, porque todo era a tracción a sangre. Después, con las primeras máquinas, se fue expandiendo la superficie y hoy día la demanda de campo para trabajar la tierra está, aunque el pequeño y mediano productor ha cambiado su esquema de trabajo. Están los que trabajan sus campos y hacen labores-arada, siembra, trilla y demás- para terceros, porque con lo que se hace en el campo propio, en la chacra no alcanza. También están aquellos que, por cuestiones de sucesión, al fallecer los padres, tienen que vender el campo, parte del mismo, comprar fierros y trabajar para terceros.
Definen en otro tramo del texto divulgado en medios de prensa que “lamentablemente, la mayoría de esos agricultores no pueden acceder a la última tecnología. La que vemos en las grandes exposiciones porque los números no cierran. El parque de implementos agrícolas en un elevado porcentaje supera los 20 años”.
“Pese a todo, -sigue-, el agricultor se las ingenia para seguir arriesgando y produciendo alimentos. Con la consigna de siempre que es la de que lo dejen trabajar con reglas claras. El legado, la cultura del trabajo es muy fuerte en el productor, y es lo que en un elevado porcentaje mantiene de pie al país”.
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