Según un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), durante esta campaña agrícola el clima “no será un factor limitante”, trayendo una tranquilidad al campo que no se veía hace ya varios años, aunque los modelos climáticos estudiados por el organismo público prevén que esta tendencia pueda llegar a cambiar a partir de abril.
En este sentido, la especialista del Instituto de Clima y Agua del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del INTA, Natalia Gattinoni, detalló que “los pronósticos internacionales indican un debilitamiento progresivo de El Niño, con una mayor probabilidad de que el evento llegue a su fin durante el trimestre abril-mayo-junio 2024″.
A esto, Gattinoni agregó que “los modelos coinciden en apuntar a una mayor probabilidad de una transición a la fase neutral de ENOS a partir de dicho trimestre y por lo tanto perdiendo influencia sobre las lluvias en nuestro país”.
Pero más allá de las buenas noticias, las previsiones de que pueda darse nuevamente sobre el territorio nacional de “La Niña”, fenómeno climático que fue la principal causa de la devastadora sequía que afectó al campo argentino en los últimos tres años, pero que en la campaña 2022/23 adquirió condiciones extremas llevando al país a un desastre productivo pocas veces vistas, volvió a encender las alarmas, aunque todavía es temprano para confirmarlo.
Al respecto, Gattinoni sostuvo que “según la actualización de los modelos a diciembre de 2023 hay un 40% en igualdad entre transitar una fase Neutral y una fase La Niña a partir del trimestre julio, agosto y septiembre de 2024, por lo que no es posible adelantar cuál será la fase que prevalecerá para la segunda parte del año y será importante continuar su seguimiento sabiendo la naturaleza cíclica de este fenómeno y lo que ha ocurrido años donde se presentó un Niño similar”.
“Violento e impredecible”
Si bien la seguridad de que en gran parte del país el agua no faltará es una excelente noticia, la magnitud y el poder destructivo en algunas tormentas durante los últimos meses sobre la región Pampeana y otras partes del país, también preocupa al sector. “Algunas regiones del país, especialmente Córdoba, enfrentan una nueva ola de tormentas que confirman la preocupante tendencia de un clima cada vez más violento e impredecible”, afirmó el jefe de la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), Cristián Russo.
Por ejemplo, Russo citó que “en Córdoba, se han registrado lluvias intensas, alcanzando entre 70 y 90 milímetros en un lapso de 3 a 4 horas en ciudades como Córdoba y Alta Gracia. Estas lluvias, acompañadas de fuertes ráfagas de viento, han dejado un rastro de destrucción en localidades como Hernando y Fotheringham, donde los daños en la infraestructura agrícola, especialmente en equipos de riego, han sido considerables”.
“Este patrón de tormentas intensas y destructivas no es un fenómeno aislado”, destacó Russo e hizo mención respecto a las tormentas que se dieron en Navidad sobre la región núcleo, donde aproximadamente 50.000 hectáreas agrícolas sufrieron daños considerables a causa del granizo y excesos de lluvia, por lo que consideró que “estos eventos climáticos han desafiado los modelos predictivos, presentándose con una ferocidad inesperada y causando inundaciones y daños significativos a su paso”.
Por su parte, Cindy Fernández, del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), en declaraciones a Télam, comentó que “Se espera que para inicios del otoño comience una fase neutral, es decir, que ya la anomalía del océano Pacífico ecuatorial esté dentro de los valores normales, pero habrá una demora hasta que la atmósfera cambie su comportamiento”.
Desde el año 2018, el país se encuentra en un período de déficit de precipitaciones acrecentado por el fenómeno de La Niña que en la actualidad se encuentra débil al límite de moderada.
Salir de una sequía es un proceso lento que requiere de varios eventos de precipitación normales y que transiten en el tiempo”, indica la meteoróloga.
Riesgo de erosión de suelos
Fernández advierte que “tras una sequía tan prolongada, las lluvias intensas no serían lo mejor ya que la capacidad del suelo de absorción es menor. Si precipita mucha cantidad de agua en poco tiempo, se transforma en escorrentía que erosiona el suelo, quita sus nutrientes y arrasa cultivos”.
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