La región del Delta es considerada única en la Argentina debido a su elevada productividad y rica biodiversidad. Este origen botánico singular confiere al polen características distintivas y de alta calidad. Según un informe realizado por investigadores del INTA Delta del Paraná, Buenos Aires, y el IPAF Región Pampeana, la producción de polen puede complementar la producción tradicional de miel, núcleos vivos, propóleos, jalea real o el apiturismo.
Manuel Manzoni —investigador del INTA Delta del Paraná— destacó que “si bien el valor del polen suele ser superior al de la miel, el interés no radica en esa diferencia, sino en su potencial para diversificar ingresos y fortalecer la sostenibilidad del sistema productivo”.
La contribución a la viabilidad económica se traduce en eficiencia: la producción de polen, como complemento a la producción tradicional, —detalla el informe— ofrece la posibilidad de alcanzar el umbral de una unidad económica con una menor cantidad de colmenas en comparación con la miel.
Se estima que se produce en la región un total de 9.472 kilos al año. Este dato suma la producción de apicultores de Buenos Aires, Entre Ríos y CABA y se basa en datos del Registro Nacional de Productores Apícolas (RNPA) para el año 2025.
Con respecto al tipo de producto de consumo, Luciana Fingermann —investigadora del IPAF Región Pampeana— observó que el polen “no compite con la miel, sino con los suplementos dietarios”. Además, agregó que “el polen siempre ha valido más y esa diferencia se hace cada vez mayor”.
El polen argentino es reconocido por poseer la totalidad de los aminoácidos esenciales y propiedades antioxidantes y antimicrobianas. Según la normativa argentina, no tiene la categoría de alimento funcional, pero en otros países el polen sí está tipificado como funcional.
Aunque varía según el momento y el lugar, proviene de un gran número de especies vegetales. Un estudio específico realizado por el INTA indica la presencia importante de polen de especies como chilca, ceibo, zarzamora, trébol blanco, ligustro, falso índigo, eucalipto y sauce, entre otras. En este mismo estudio “se registraron 29 tipos polínicos y mostraron que el contenido de proteína bruta se mantuvo por encima del 20 % en ciertas temporadas”, indicó Fingermann.
El agregado de valor se logra tanto del polen en bruto, a través de su diferenciación de origen, como por su procesamiento y envasado, como así también se logra en la transformación de subproductos. Los productores desarrollan productos como el polvo de polen —de uso apícola—, extractos bebibles y miel con polen.
Edelmar Abratte, apicultor del Delta, reflexionó sobre esta oportunidad: “no sacar polen es perderte esa posibilidad. Implica un trabajo extra, pero la colmena es la misma, es el esfuerzo que tenés que hacer para mantener las colmenas y para sacar miel”.
“La diversificación hacia el polen ha impulsado la necesidad de avances técnicos para optimizar la producción y el procesamiento. Una innovación crucial en la cosecha es la trampa de piso, que permite espaciar la recolección entre 24 y 72 horas, e incluso hasta una semana, resultando más viable para el Delta”, explicó Gabriel Giuliano —investigador del INTA Delta del Paraná—.
Los técnicos del INTA enfatizan que es fundamental avanzar con innovaciones en los procesos de producción y cuidar la inocuidad en toda la cadena. En plena temporada de cosecha, “la diversificación apícola con polen se consolida como una alternativa sostenible y de alto valor agregado para los productores del Delta, en línea con el trabajo que impulsa el INTA para promover la innovación y el desarrollo territorial”, señaló Sergio Dumrauf —investigador del IPAF Región Pampeana—.
La producción de polen no solo incrementa los ingresos familiares, sino que también requiere un compromiso constante con la innovación tecnológica y las buenas prácticas apícolas y de manufactura.
Envía tu comentario