Una casa que es refugio de la cultura y la identidad de los alemanes del Volga

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Wendler atesora objetos, recuerdos e historias de vida de inmigrantes.

La edificación conserva cada trazo de su arquitectura, tan original como simple, con algún que otro detalle en sus paredes que delata el inexorable paso del tiempo. Pero está firme y de pie, desde que la levantaron ladrillo sobre ladrillo como vivienda familiar hace 140 años. Sólo que cambió su destino, hoy es el Museo Regional de Valle María, refugio de identidad y cultura de las mujeres y hombres que recorrieron miles de kilómetros desde la Rusia de los zares hasta asentarse en la Argentina.

Al museo le pusieron “Hilando Recuerdos” y surgió como iniciativa de un grupo de jóvenes que tenían el grupo coreográfico Raíces Alemanas. “Ellos rescatan -como descendientes- el baile de nuestros abuelos, alemanes del Volga”. El que lo cuenta es Darío Wendler, responsable del espacio donde se refleja la vida de una de las principales corrientes inmigratorias que llegaron a estas tierras.

La casa pertenece a la familia Leikam “y contiene numerosos objetos donados por vecinos de nuestra comunidad, que decidieron compartir un pedacito de la historia de sus familias. Estos objetos nos hablan de las personas que los usaron: de sus costumbres, sus hábitos sociales, su modo de vida. Hay muebles, prendas de vestir, libros, fotos, juguetes, y elementos que se usaban para trabajar en el campo y para realizar las tareas de la casa. También están las valijas con las que nuestros abuelos llegaron a estas tierras. Esas valijas venían con pocas pertenencias, pero repletas de sueños y esperanzas”, manifiesta.

Aquellos alemanes de Rusia

Al igual que el arribo de otras corrientes inmigratorias al país, la llegada de alemanes del Volga se concretó en 1878. “Lo pudieron hacer merced a una ley del entonces presidente argentino Nicolás Avellaneda” apunta. Por el lado de Entre Ríos, quien fuera gobernador de la provincia, Ramón Febre, “puso a disposición unas 20 mil hectáreas para las familias colonas” apunta Wendler.

El extenso territorio dentro del departamento Diamante abarcaba desde el arroyo de la Ensenada hasta otro curso de agua, el arroyo Salto (unos 22 kilómetros de largo), y desde la ribera del río Paraná hacia el este, unos 12 kilómetros. “Así nacía la colonia General Alvear, un 24 de enero de 1878”.

Se podría agregar que las familias se establecieron y ocuparon toda la zona, fundando las primeras aldeas, entre las que se puede mencionar a Salto, Spatzenkutter, Valle María, San Francisco y Protestante, todas con la misma partida de nacimiento, el 21 de julio de 1878.

“La necesidad de poblar el país motivó que el gobierno nacional, luego de la sanción de la Constitución de 1853, generara condiciones que facilitaron la inmigración de distintas corrientes que fueron poblando amplias zonas del país, en una Argentina de sólo un millón de habitantes” subraya este eximio conocedor de la historia y guía para todos los interesados y curiosos que quieran saber un poco o todo sobre la llegada a estas tierras de la inmigración alemana.

Un dato no menor y coincidente con un país que se organizaba como estado-nación es que “a miles de kilómetros las colonias alemanas asentadas en la región del Volga, en Rusia, veían cómo se terminaban todas las prerrogativas que fueron el motivo de una primera inmigración”, en este caso desde Alemania hacia Rusia, en 1778.

“Nuestros familiares recibían fuertes restricciones. Se prohibía el uso de la lengua materna, tenían que hacer el servicio militar obligatorio que duraba siete años, se terminaban las exenciones impositivas. Muchas condiciones adversas, además de la violencia, que impulsaron una nueva migración” señala Darío.

Aquellos colonos con sus familias comenzaron a desplazarse una vez más buscando un destino de paz y progreso: Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina los recibieron con interés. “El conocimiento de la actividad agrícola fue la principal herramienta que trajeron. La siembra del trigo para una economía de subsistencia fue lo esencial. Hay que pensar que la labranza se hacía con el arado mancera, una reja, todo tirado a caballo para cultivar la tierra. No era una producción a gran escala, no se araban 100 hectáreas, eran pocas, pero aprendieron a lograr rindes importantes a partir del esfuerzo y la dedicación que le ponían al trabajo” relata Wendler.

El museo y sus recuerdos

“El valor más grande que se tiene es la casa misma, es la típica construcción de época. Está en calles San Martín y Florida, en el casco céntrico de Valle María”. En el museo se pueden encontrar elementos simples de la vida cotidiana de una familia, como mesas y sillas; la fiambrera “heladera”; la plancha a carbón junto a lámparas y faroles; camas y sillones; baúles y utensilios de cocina y hasta una escardadora para la lana de ovejas. Pero detallar todo lo que se encuentra en el interior es anecdótico. “Lo que realmente importa son las historias de vida resumidas en ese hogar, hoy transformado en un Museo” sostiene Wendler.

Recorrer la vieja casa es un viaje en el tiempo. “Son 250 años de historia, desde que nuestros antepasados partieron de Alemania en 1766 hacia Rusia, y desde allí a nuestra tierra argentina”, sintetiza este apasionado descendiente, responsable del espacio cultural.

La posibilidad de recorrer estos lugares históricos está abierta, aunque habrá que estar atentos a los protocolos por la pandemia. Lo habitual es la visita guiada de los días sábados, que parten desde el principal templo de Valle María, recorriendo la Chacra 100, primera casa que se levantó en la colonia, el cementerio y el museo. Todo dura unas 3 horas y en redes sociales está la información.

Guido Emilio Ruberto / Campo en Acción

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