Los campos que no tienen en cuenta las pendientes y la rotación de los cultivos, pueden perder hasta 6 milímetros de tierra fértil por año. Esto significa que en una década el lote disminuye su capa fértil en un total de 6 centímetros, generando una daño irreparable para la producción agropecuaria.
El Instituto de Suelos del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA, determinó que alrededor del 26% del territorio argentino presenta niveles de erosión hídrica, que superan las tasas tolerables.
Erosión hídrica
La intensidad de la erosión depende del clima, topografía del terreno, intensidad y largo de la pendiente, suelo y el tipo de cultivo que siembra. Por este motivo es fundamental recorrer el perímetro a la hora de comprar un campo y conocer las características del lote. La presencia de pequeños surcos, canalículos o arrastre de rastrojo, son una clara señal de que el agua agarra velocidades superiores a las que el suelo puede infiltrar.
El ingeniero agrónomo del INTA Paraná y docente de la Universidad Nacional de Entre Ríos, Jorge Gvozdenovich expresó a Rodrigo Bonazzola de AGROFY NEWS que se puede ver en Santa Fe, Misiones, Corriente, Chaco, norte de Santiago del Estero, Córdoba y Entre Ríos muchas zonas con erosión. En esta última, además se suma la particularidad del suelo que es arcilloso generando menos infiltración por minuto.
La erosión hídrica provoca una importante pérdida de capa fértil. En este sentido Gvozdenovich comentó: “Con labranza convencional se pierde alrededor de 3 a 6 milímetros por año, en una década hasta 6 centímetros”. “Esta pérdida es una locura porque la capa fértil tiene 20 centímetros en Entre Ríos y 30 centímetros en Santa Fe”, agregó. Por su parte, el ingeniero de INTA Paraná señaló que un centímetro tarda entre “400 y mil años en regenerarse” en la zona núcleo.
Cómo atenuar los daños
Existen diferentes tecnologías y algunas de bajo costo. Gvozdenovich comentó que en zonas donde los desniveles no superan el 1%, se puede sembrar cortando la pendiente y genera una especie de rugosidad, que frena el agua. Además se puede intercalar con cultivos que dejen mucho rastrojo para que frene la velocidad del agua.
Cuando la pendiente del campo supera 1,5%, el agua no alcanza a infiltrar y hay que usar otras prácticas, como las terrazas. El técnico del INTA comentó que las terrazas son canales que el productor realiza en el campo, para sacar el agua que no alcanza a infiltrar en el suelo a una velocidad no erosiva. Existen dos tipos: sembrables y no sembrable.
La mayor diferencia es que en las sembrables el cultivo se implanta sobre la terraza a diferencia de la no sembrable, que es solo el canal y el lomo. Gvozdenovich comentó: “Las dos tecnologías andan muy bien porque el objetivo es generar un canal que saque el excedente de agua”.
Ventajas y desventajas
Según el docente de la UNER la principal diferencia es el costo, ya que una terraza sembrable cuesta tres veces más que la otra por el movimiento de suelo. Por su parte, en las terrazas no sembrables solo se destina el 2% de la superficie a esta práctica. De esta manera la pérdida de superficie para cultivar es mínima.
Gvozdenovich comentó que hay muchos estudios y experiencias que demuestran un buen resultado, porque al retardar la velocidad de la gota de agua; se incrementa el tiempo para que se infiltre y se mejora la humedad del suelo.
En otras provincias para atenuar la erosión hídrica realizan intercultivo. Esta práctica tiene costo cero y en lugar de hacer una terraza, se realiza un cultivo más denso. De esta manera se evita una disminución importante de suelo fértil, cada centímetro que se pierde se necesitan más de 400 años para recuperarlo.