Sorprende la multiplicación de “plataformas” (ofrecidas por consultoras, asesoras, certificadoras) que intentan reemplazar a la ciencia en este tiempo de arrollador frenesí tecnológico. Es que la ciencia tiene tiempos de estudio, de validación y de reflexión que no se adecuan a la ansiedad tecnológica.

Y es ahí donde afloran los emprendimientos que salen al mercado con plataformas novedosas que intentan mostrar al mundo que tu campo o empresa ofrece una producción “sustentable, regenerativa, carbono-neutra, de baja huella ambiental, protectora de la biodiversidad y del bienestar animal, y que practica una economía circular”. Y hasta pueden certificar que lo tuyo es “inclusivo y respetuoso de los pueblos originarios”, y que tus productos provienen de zonas ¨libres de deforestación, pese a que tu campo está en una zona que antaño fue pastizal nativo y que jamás tuvo bosque, como ocurre en casi toda la pampa húmeda.

Si no logras que te certifiquen estos atributos, crees que puedes caer fuera del mundo. Inevitablemente, esto va asociado a un costo económico que deberás afrontar.

Pero ojo, no todo lo que brilla es oro.

Por temor a perder el tren de la tecnología, se corre el riesgo de aceptar el reemplazo del progreso tecnológico genuino por una frivolidad tecnológica, vacía, que se genera por fuera de la ciencia sería.

Las buenas prácticas agrícolas, la experiencia productiva de años y el sentido común pueden quedar invalidados si la frivolidad tecnológica nos gana la batalla. Preocupa la proliferación de eventos que facilitan la venta de tecnología que ofrece solución inmediata a problemas sobre los cuales la ciencia duda. La virtualidad de una plataforma operada desde un celular, una tablet o una computadora conectada a un dron, no puede reemplazar el ojo avizor del productor que vista sus potreros y sus lotes.

No hay que confundir estas abstracciones con la irrupción genuina de las Ag-Tech, que le dan un marco robusto a la llamada “segunda revolución verde”. Las Ag Tech tienen un fuerte componente de ciencia al integrar en la agricultura convencional elementos de precisión y alta tecnología (georeferenciación, sensores remotos, imágenes satelitales, información climática, modelos, mapas de rendimiento, dosificadores automatizados de insumos, etc). Estas innovaciones procesan información y generan datos sitio-específicos que proveen nuevo conocimiento sobre nuestro campo, permiten ahorrar insumos, minimizar impactos ambientales y mejorar la eficiencia final del proceso productivo.

Frente a tanta oferta avasallante de frivolidad, parece prudente volver a las bases, esto es, a los principios agronómicos básicos y probados que han hecho que nuestros sistemas de producción hayan persistido, de manera saludable y productiva, a través de los años.

No nos dejemos seducir por los cantos de sirena; no todo lo que brilla es oro…. y tenemos mucho por hacer. Fuente: Producir Conservando. El autor es miembro de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria