Un equipo de investigación del INTA Concordia, Entre Ríos, estudia el comportamiento de tres especies de moscas plaga, su interacción y la competencia en frutales, con el objetivo de desarrollar estrategias de manejo integrado.
En el litoral argentino, en la región del río Uruguay, los frutales se enfrentan a la presencia de distintas especies de moscas de la fruta que afectan la calidad y el rendimiento de los cultivos. Ante los altos niveles poblacionales de la mosca del Mediterráneo (Ceratitis capitata) detectados por el Senasa, se declaró la alerta fitosanitaria en los departamentos Concordia y Federación —Entre Ríos— y Monte Caseros —Corrientes—, vigente hasta julio de 2025.
Frente a esta situación, el INTA Concordia investiga cómo interactúan con el ambiente y entre sí estas plagas con el objetivo de aplicar estrategias de manejo que reduzcan su impacto. Además de la mosca del Mediterráneo, en la región también están presentes otras especies como la mosca sudamericana (Anastrepha fraterculus) y la mosca de las alas manchadas (Drosophila suzukii).
“Estas especies no solo dañan directamente la fruta, sino que también generan pérdidas económicas al limitar el acceso a ciertos mercados internacionales”, explicó Valeria Viana, investigadora del INTA Entre Ríos. En este contexto, el trabajo busca comprender las dinámicas de competencia interespecífica entre estas plagas para aportar al diseño de estrategias de manejo integrado.
El estudio se basa en un enfoque combinado: observaciones a campo y experimentales en laboratorio. A campo se hizo monitoreo de poblaciones y muestreo de hospederos. En total se analizaron 32 especies frutales y se identificaron ocho hospederos donde las tres especies de moscas pueden convivir, aunque en distintas proporciones. “Vimos que la mosca sudamericana fue más prevalente en níspero, ubajay y ciruela, mientras que la del Mediterráneo se encontró con mayor frecuencia en guayaba, mburucuyá y durazno. Por su parte, la mosca de alas manchadas predominó en zarzamora y arándano”, detalló Viana.
Además, en condiciones de laboratorio se realizaron experimentos para evaluar la competencia larval y se observó que el aumento en la densidad de larvas de la mosca de las alas manchadas afecta negativamente la supervivencia de las otras dos especies. “Cuando aumentamos la densidad larval de Drosophila suzukii, la tasa de supervivencia de Ceratitis capitata y Anastrepha fraterculus disminuyó a un rango del 20- 35 %”, explicó la investigadora.
Otra parte del estudio se centró en el comportamiento de oviposición, es decir, la elección de las hembras al momento de poner huevos. En condiciones experimentales, las hembras de las tres especies mostraron una preferencia por depositar huevos en frutos no infestados. “Este comportamiento podría explicar por qué en campo rara vez encontramos frutas infestadas por las tres especies a la vez. Al parecer, las hembras detectan la presencia de otras especies y evitan competir directamente, lo que facilita la coexistencia”, agregó Viana.
Este tipo de investigaciones permite identificar mecanismos naturales que podrían aprovecharse para diseñar estrategias de manejo más eficaces y sostenibles. “Comprender cómo compiten estas plagas y cómo seleccionan los frutos para ovipositar nos brinda herramientas valiosas para pensar en nuevas técnicas de control que integren estos conocimientos biológicos”, indicó.
De acuerdo con la investigadora, como parte de las recomendaciones para el manejo integrado, se destaca la importancia de aplicar medidas que apunten a mantener las poblaciones por debajo del umbral de daño económico. “Algunas estrategias incluyen observar el entorno productivo en su totalidad, teniendo en cuenta la presencia de hospederos alternativos cercanos al lote y los niveles de preferencia que muestran las distintas especies de moscas”, explicó, y agregó: “En estos casos, la colocación de trampas y el retiro frecuente de fruta caída pueden ser herramientas efectivas”.
El monitoreo continuo de las poblaciones, además, resulta clave para tomar decisiones de manejo en función de la disponibilidad de fruta y la dinámica de las especies. “Del mismo modo, considerar la competencia entre hembras al momento de elegir el fruto hospedero permite anticipar situaciones en las que una mayor densidad poblacional favorece la ocupación de más frutos, elevando el daño”, puntualizó.
Asimismo, es fundamental tener en cuenta que frutas ajenas al lote —como aquellas presentes en bordes, cercos o patios vecinos— pueden funcionar como refugios donde las moscas completan su ciclo y desde donde recolonizan los cultivos. A esto se suma la competencia larval dentro de los frutos, un fenómeno que no solo afecta la supervivencia entre especies, sino que también está influido por la calidad del fruto, explicó Viana.
Conocer estos aspectos del comportamiento de las moscas de la fruta —sus preferencias, su interacción con el ambiente y entre ellas— ayudan a ajustar las estrategias de control y tomar decisiones informadas para reducir el impacto de estas plagas.