En huerta La Mirta producen alimentos saludables desde hace 40 años. La familia de Reinaldo Senger comenzó el emprendimiento con espíritu refundacional en las inmediaciones de Crespo y hoy lo conduce su hijo Santiago en un predio ubicado en el corazón de la ciudad.
Recibieron a Campo en Acción con ganas de contar lo que hacen para mantener viva la llama de la horticultura en la provincia. Entre Ríos jamás despegó como productora de frutas y verduras y ya se transformó en un hábito cultural comprarlos en Santa Fe.
Los Senger pelean contra ese mandato y hacen lo que esté a su alcance para torcer el rumbo: “Vendemos todo lo que hacemos porque nos concentramos en una visión intensiva de la actividad”, aseguró Santiago. Tal estrategia consiste en producir lo que conviene y que sea de gran calidad para marcar la diferencia.
Relató que la opción de esta época es la hoja, ya sea acelga, perejil, espinaca, lechuga, rúcula y suman verdeo, repollo, brócoli y coliflor. “Hay un largo tiempo de trabajo” dijo el joven emprendedor al ponderar que la labor inicia con la compra de las semillas. Luego hacen sus plantines, preparan el suelo, montan los lomos, trasplantan y cuidan la plantación. Es un proceso que se extiende unos 70 días antes de recomenzar. La implantación es manual y en lo sanitario se cuidan tanto de las plagas de temporada como de los hongos.
“Hay que tener voluntad y dedicación; el trabajo es duro, se complica conseguir mano de obra calificada y asesoramiento adecuado” valoró Reinaldo y su hijo remató: “La producción es totalmente sustentable, está toda la familia involucrada. En materia de estructura se crece de a poco, montar un invernadero y demás es mucho dinero. Se hace paso a paso y como se puede”. Ambos desconocen si existen incentivos financieros para el sector, pero admiten que cuando el clima azota con algún evento reciben ayuda para remontar los daños.
El asociativismo es el camino elegido por los Senger. Santiago especificó que “hay que capacitarse todo el tiempo, sumar experiencia para incorporar conocimiento. Soy muy propenso a hablar con mis colegas, ayuda y mucho. El grupo hortícola de la cooperativa de Crespo funciona desde hace 30 años y ahora estamos por formar un Cambio Rural”.
Reinaldo se cuenta entre los fundadores de aquella iniciativa de La Agrícola. Determinó que alguna vez gobierno de la Provincia se lanzó a la promoción de la horticultura y los resultados fueron alentadores, pero el impulso se acabó.
El experimentado horticultor dijo sin vueltas: “Trabajar en común no es fácil para la gente de campo porque en general somos individualistas. Eso tiene su explicación, estamos acostumbrados a hacer nuestras tareas solos en nuestros establecimientos y hablamos de tanto en tanto con algún vecino. No tenemos esa dinámica de la gente de ciudad, pero terminamos por aprender que la unidad hace la fuerza”.
Su pensamiento asociativista se consolidó al cabo de las primeras compras colectivas. “Mi hijo es segunda generación y tiene todo para tomar vuelo. La horticultura está para crecer. La cuestión es aprovechar las ventajas comparativas, sabiendo que estamos en suelos pesados y con poco personal capacitado. Mi consejo es trabajar mucho, veo que hoy nadie quiere agacharse. Se necesita mucho esfuerzo y dedicación”.
Por estos tiempos cuentan con el asesoramiento de Matías Malumbres, uno de los pocos ingenieros agrónomos especializados en el sector. Tan motivados están que se disponen a formar un grupo Cambio Rural para profundizar mejoras técnicas ligadas a la agroecología.
El experto fundamentó que “los horticultores son gente de trabajo y sacrificio. Siempre son pequeños productores. El acceso a la tecnología, como un mono cultivador cambiaría el panorama”.
Determinó que los requerimientos de capacitación pasan en general por controlar plagas y enfermedades orientadas siempre hacia la agroecología. “La comercialización es otro segmento para aprender, se vende todo pero puede hacerse mejor. Trabajar en grupo es mejor, siempre. Por las compras, la capacitación y ventas con precios acordados” remató.