La retención de corto plazo de los invernadores impulsó la suba, en un contexto de alto nivel de exportaciones.
En un año muy difícil, con un millón de nuevos desocupados, caída de salarios reales, precios FOB a la baja, “apagón” de la cuota Hilton y bajos valores en los embarques a China, el precio de la hacienda sigue subiendo en términos reales, bien por encima de la inflación.
Esta reciente mejora, que era esperada hace semanas por gran parte de los operadores, especialmente por feedloteros y matarifes, obedecería a múltiples factores, dice el analista de mercado Ignació Iriarte en su columna de AGROVOZ.
Por el lado de la oferta, cuya reducción en las últimas semanas permitió gatillar la suba, se observa una caída en las ventas en directo, con una retención de corto plazo de muchos engordadores e invernadores que ven que el precio sube todos los días.
“Los feedlots se han vaciado en tiempo récord”, aseguran en el sector. En la comercialización actual, con precios al alza, está pesando más Liniers –que convalida las subas– y menos el directo y las ferias.
Otro factor que explica la suba es la nueva alza -y extrema escasez– de la invernada, que llevó a muchos ganaderos a demorar las ventas a la espera de nuevos aumentos en el gordo, que permitan al menos diluir una diferencia de compra-venta muy negativa.
También explica la suba, aunque de manera parcial, el rol de las expectativas de un aumento de precios mayor aun al que se dio hasta ahora.
Hay productores que esperan para vender hasta que se perciba cuál es el techo de los valores.
Requerimientos
Por el lado de la demanda, es decisivo el papel de los elevados volúmenes que se están exportando, con una treintena de grandes frigoríficos, cuya capacidad de faena y producción ha aumentado mucho en los últimos dos y tres años.
Son una “aspiradora” de vacas y novillos, para cumplir con los contratos con China, que está hoy en el pico anual de demanda.
Las exportaciones muy altas, equivalentes en los últimos meses al millón de toneladas anuales, han “arrinconado” al consumo, que se ha reducido a 50 kilos por persona.
Esta caída encuentra en su avance capas sociales de la población cada vez más resistentes a nuevas reducciones en la ingesta.
Una demanda cada vez más inelástica: en los últimos 12 meses, el consumo se ha mantenido en los 50 a 52 kilos per capita, mientras que el precio al mostrador ha subido 20 a 25 por ciento por arriba de la inflación. Estamos en presencia, hasta nuevo aviso, de un aumento en el gasto (precio por cantidades) de los consumidores argentinos.
Otros factores alcistas del lado de la demanda: la suba reciente del cuero y de las achuras, con la consecuente reducción del monto que los usuarios (matarifes, supermercados) deban pagar por faenar.
Ese monto adicional muy importante que están recibiendo se estaría “volcando” al precio de la hacienda liviana.
Con el clima primaveral y la flexibilización de la cuarentena han vuelto las reuniones sociales y familiares, con una valorización del asado, que hasta hace unas pocas semanas era difícil de vender.
Se vuelve a vender en el mercado interno, de manera más fluida, bifes y lomos, de la mano de la reapertura de restaurantes y parrillas, que ya estarían al 50 por ciento de los niveles precuarentena. Y hasta algunos ya están congelando parrilleros para las fiestas de fin de año.
En resumen: una restricción de oferta, especialmente del feedlot, que encuentra un consumo que se resiste a seguir cayendo, y una exportación que para alcanzar su punto de equilibrio, necesita faenar muchos más novillos y vacas que un par de años atrás.