Exequiel Stivanello es el encargado de comercialización de La Calandria Cítricos, empresa ubicada en Villa Rosario, al noreste de Entre Ríos. Allì producen, empacan y comercializan cítricos, en especial dulces (60% son naranjas, 30% mandarinas y el resto limones y algo al pomelo). Se trata de una empresa familiar fundada por el papá Orlando y el tío de Exequiel y en la que trabaja también uno de sus hermanos.
“Mi viejo empezó con pocas hectáreas que eran del abuelo. Hace 22 años se fue a Buenso Aires (y abre su propio puesto de venta de cítricos en el Mercado Central), fue creciendo y adquiriendo más hectáreas (hoy tienen 300), luego se invirtió en la cámara de frío, transporte propio y también tenemos un puesto mayorista en el Mercado Central. Es esa integración la que nos permite sobrevivir”, relató el joven.
En esa linea, Stivanello consideró que el productor chico que no se integra y no incorpora otro eslabón en la cadena tiene poca vida por delante, porque la macroeconomía complica demasiado las cosas para quienes producen en la Argentina. “Hay muchos productores que la sufren, tienen que vender al empaque, para que éste venda la fruta a otro mercado. Entonces el precio que reciben es muy bajo. En el mercado se vende a precios mínimos y gana el que vende el producto”, explicó.
Este citricultor repite lo que tantos otros, a lo largo de estos años en los que se vió como muchos pequeños productores de las economías regionales fueron quedando fuera del sistema. “El pequeño productor siempre queda afuera y lo más difícil es acceder a políticas regionales. Por ejemplo, peleamos por la Ley de Emergencia Citrícola y al final solo nos postergaron tres vencimientos de IVA y nada más. Las economías regionales tienen todas los mismos problemas, a pesar de que mueven mucho y dan mucho trabajo”, reflexionó.
Stivanello se refirió a lo que está pasando con esta producción, que acaba de ponerse a cosechar en esa zona del litoral.
“Venimos de años muy malos, la suba del dólar influye mucho porque producimos con insumos importados, tenemos altos costos y bajos ingresos, porque vendemos todo al mercado interno. No hacemos exportación por cuenta propia. Y entonces entra la mercadería y el mercado se satura”, comentó a Bichos de Campo.
Esa saturación reduce los precios que finalmente llegan al productor. Contó que el valor del cajón de 18 kilos de naranjas, que se vendía hace unos días a 700 pesos, cayó ahora a 500 pesos, lo que resulta inferior al costo de producción, que ronda los 550 a 600 pesos.
Además el sector primario tienen dificultades con la fruta de descarte que usualmente se vende a la industria que hace jugos. Exequiel relató que allí “entregas lo que no se comercializa al mercado interno, pero los pagos son a 6 o 8 meses. Imagínate lo que se devalúa el dinero”.
Fuente: BICHOS DE CAMPO