Una oferta fluida y una demanda del consumo interno que no quiere ni puede convalidar la fuerte suba de precios al mostrador de enero-febrero determinan que, en los últimos días, el precio de la hacienda liviana de consumo haya caído sensiblemente. Así comienza este razonamiento el analista Ignacio Iriarte en su columna en AGROVOZ.
Hay stocks en cámara, cosa inusual en la Argentina, y se multiplican los problemas de cobranza en la calle. Los valores de terneros y novillitos no caen más porque la oferta del feedlot, que aflojó fuerte en el primer bimestre del año, todavía no se ha recuperado. La oferta total se compone de mucha vaca y vaquillona pesada.
China sigue “imparable”, y en los últimos meses se ha comenzado a vender no sólo vaca y toro, sino también algunos cortes del delantero y de la rueda. Hay fuertes inversiones en las plantas exportadoras, y también en buena parte de la industria consumera, que se preparan para exportar, aunque sea al principio a “terceros países”. Más capacidad de faena para exportación significa mayor demanda por ganado y mejores precios.
En octubre de 2015, un par de meses antes de las elecciones presidenciales, el ternero de invernada de 180 kilos valía, a plata de hoy, unos 87 pesos por kilo.
Cualquiera fuera el que ganara las elecciones, se descontaba que iba a cambiar para bien la política ganadera. Con el triunfo de Mauricio Macri, las expectativas favorables aumentaron y en diciembre el ternero trepó a los 106 pesos de hoy por kilo, 32 por ciento más de lo que cotizaba en ese momento el novillito de 350-390 kilos en Liniers. Durante 2016, los precios de la invernada, inflados por un exceso de expectativas, empezaron a ceder y el año cerró con el ternero a 75 pesos, con un 26 por ciento de diferencia positiva en relación al gordo.
En 2017, los precios reales se estabilizaron, promediando los 71 pesos, pero manteniendo una relación positiva con el gordo, con un sobreprecio que osciló entre ocho por ciento en abril y 34 por ciento en diciembre.
En 2018, marcado por las sucesivas devaluaciones que incrementaron el precio del maíz y arrastraron al feedlot a un terreno de fuertes pérdidas, el ternero tocó un mínimo de precios a 58 pesos por kilo y perdió toda prima en relación al gordo.
El precio del ternero cotiza, en términos reales, 25 por ciento por debajo de octubre de 2015 y 38 por ciento por debajo de cuando asumió Macri.
La diferencia positiva de compra/venta (negativa para el feedlot) ha desaparecido y todo indicaría que durante la próxima zafra se comercializará con valores similares al gordo, o sea “uno a uno”, o incluso por debajo.
Cuando el maíz era barato, por las retenciones, el atraso cambiario y las trabas a la exportación, el margen de utilidad del feedlot, que representa entre 60 y 70 por ciento de la demanda por terneros, daba para pagar una prima de 10 a 25 por ciento por el ternero de invernada.
Desde fines de 2015, el precio del gordo subió 210 por ciento y el valor del maíz, 430 por ciento. En la mayoría de los países que terminan su ganado a corral en forma predominante, el valor del ternero guarda una relación inversa con el precio del grano. En una universidad de Estados Unidos nos dijeron una vez: “Si el maíz fuera gratis, el precio del ternero tendería al infinito”.