Una interesante mirada del corresponsal en Pekín del diario El Mundo de España, Lucas de la Cal, nos permite ampliar información sobre el decidido viraje europeo hacia el gigante asiático, obligado por la irrupción de Donald Trump en la administración de los Estados Unidos y su feroz política arancelaria con sus antiguos socios.
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, defiende que Bruselas y Pekín deben profundizar los lazos comerciales y de inversión e incluso alcanzar nuevos acuerdos.
La nota
Un tren cargado con 112 contenedores llenos de todo tipo artículos de bazar, productos tecnológicos, electrodomésticos, repuestos de automóviles y equipos de maquinaria pesada salió a principios de marzo desde la ciudad china de Yiwu en dirección a Europa. Recorrerá más de 13.000 kilómetros y su destino final, después de tres semanas de viaje con varias paradas, es Madrid. Es una de las rutas ferroviarias más largas del mundo, inaugurada en 2014 por el presidente chino, Xi Jinping, y por su entonces homólogo español Mariano Rajoy.
Hace una década, desde Yiwu salieron apenas 23 trenes de carga hacia Europa. El año pasado fueron 1.100. "Esta ruta se ha convertido en un vínculo comercial muy fuerte entre China y España, y ha ayudado a expandir la red de conexiones entre el interior de China con los mercados europeos", señalaba en un comunicado el principal operador estatal de trenes del gigante asiático, que anunció recientemente el lanzamiento de una nueva línea de tránsito ferroviario de carga que transportará productos chinos a Europa a través del corredor de Asia Central, evitando pasar por la sancionada Rusia.
En los medios estatales chinos abundan estos días noticias que ensalzan las relaciones comerciales entre Pekín y los países europeos. En el terreno diplomático, los funcionarios chinos se han embarcado en una ofensiva de encanto hacia Europa, reivindicando el papel de China como firme defensor del orden global, como la principal fuente de estabilidad para la economía mundial, en medio del caos provocado por el presidente estadounidense, Donald Trump.
Mientras que la guerra comercial desatada por Trump ya va cogiendo forma, con sacudidas tanto a Pekín como a la Bruselas, en la superpotencia asiática tratan de asomarse por el viejo continente como un socio fiable más que como un adversario (o un rival sistémico, como señala la postura oficial de la UE) conscientes de que la alianza trasatlántica se tambalea.
Pekín y Bruselas comparten estos días una respuesta con represalias a la guerra comercial de Trump. Los chinos han aprobado un impuesto adicional del 15% a productos agrícolas estadounidenses, después de que EEUU duplicara el arancel a las importaciones chinas al 20%. Los europeos, tras la entrada en vigor el miércoles de aranceles del 25% al aluminio y el acero, han contratacado con gravámenes a los productos estadounidenses por valor de unos 26.000 millones de euros.
"Cuando observas cómo la Administración Trump ha implementado una política descarada y dominante hacia Europa, tratando a sus aliados de esta manera, honestamente, desde una perspectiva europea, es bastante espantoso", manifestó hace unos días Lu Shaye, enviado especial de China para asuntos europeos.
Una declaración que se produjo después de que otro portavoz del Ministerio de Exteriores chino, en otro guiño visible, insistiera en que la UE tiene que participar activamente en cualquier acuerdo de paz en Ucrania, que no debe ser dictado únicamente por Estados Unidos y Rusia.
Profundizar en los lazos comerciales
En Bruselas también ha sido notorio el tono más suave que ha estado empleando este año respecto al régimen chino la jefa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, expresando abiertamente en dos ocasiones que el bloque debe profundizar los lazos comerciales y de inversión, incluso alcanzar nuevos acuerdos.
La semana pasada, en una señal más de deshielo, el Parlamento Europeo levantó una serie de restricciones vigentes desde 2023 a las reuniones de eurodiputados con algunos funcionarios chinos. Horas después, el jefe de la diplomacia china, Wang Yi, en un tono muy conciliador, se extendió en una rueda de prensa hablando sobre la necesidad de que Pekín y Bruselas mejoren sus relaciones y trabajen juntos.
"Cualquiera en su sano juicio sabe que China ha sido coherente en su política europea a la hora de apostar por unas relaciones sólidas, a pesar de la estrategia de la UE de reducir los riesgos. China ofrece oportunidades, no amenazas. Sigue siendo un socio ideal para la cooperación", opina Ou Shi, analista político habitual de los medios chinos.
Antes de la ruidosa irrupción de Trump, cuando Antonio Costa asumió en diciembre el cargo como presidente del Consejo Europeo, mantuvo una llamada telefónica con el presidente chino, Xi Jinping, para tratar de reducir las tensiones por los aranceles europeos a los coches eléctricos chinos. Ambos acordaron fijar una cumbre en mayo para celebrar los 50 años de relaciones diplomáticas entre la Unión Europea y China. Antes, este mismo mes, el jefe de comercio de la UE, Maros Sefcovic, viajará a Pekín, donde se verá hasta dónde llega este acercamiento frente a los golpes comerciales de Trump.