Aseguró que el Estado no controla alimentos en la fronteras; que Macri accede a una realidad sesgada y que el norte del país es el nuevo vergel.
Bernardo Cané es veterinario, empresario agropecuario, dirigente político y extitular del Senasa. Su apellido está ligado a la historia del peronismo nacional y su vida pública se asocia a la gestión al frente del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) en tiempos de guerra contra la fiebre aftosa; cargo al que accedió luego de dar su primer paso, en 1988, como director de Ganaderia del entonces gobernador bonaerense Antonio Cafiero. Formó parte de un grupo de estadistas rurales de fuste que marcaron una época en las relaciones de poder en el paisaje rural. Felipe Solá y él en Buenos Aires y Daniel Welschen en Entre Ríos eran las figuras salientes. Bernardo Cané ya no es aquel profesional de pelo negro y treinta y pico de años que daba la pelea sanitaria desde el sector público buscando la mayor colaboración de los productores. Entrado en canas y ya pasados sus 60 años renueva su vigencia involucrándose en la innovación dentro de la producción de carnes y bregando por un activo rol del Estado en la economía agropecuaria.
—¿Cómo es tu realidad?
—Mi vida se reparte en la atención de clientes, empresas que fabrican alimentos; desde hamburguesas, frigoríficos de aves, vacunos y exportación y en el asesoramiento a la Asociación de productores de Angus. También trabajo en un establecimiento agropecuario familiar que ya viene de mi abuelo en Lincoln, provincia de Buenos Aires, y con mi hijo menor estamos haciendo un desarrollo en Las Lomitas, Formosa, que para mi es la nueva frontera productiva del país
—¿Formosa es la nueva frontera? ¿Por qué?
—Un amigo australiano, John Kocs, que en Australia manejaba un rodeo de 550.000 cabezas vacunas en 13 millones de hectáreas vino a la Argentina y luego de revisar el mapa productivo a fondo me dijo: "ustedes están equivocados en el lugar donde producen el ganado". En Australia, Brasil y Estados Unidos (líderes ganaderos) hay una máxima que se respeta y es que si vos tenés un campo que recibe media vaca por hectárea, el valor de ese campo debe tener el valor de lo que recibe. En Argentina esa máxima no se da, en Buenos Aires hay campos de cría de 5.000 dólares la hectárea y con suerte una vaca vale 500 dólares, entonces hay 10 a 1 en la relación y si eso no se respeta todo es muy caro y no hay renta posible.
—¿Con un consejo se inició una inversión en el norte argentino?
—Analizamos distintos lugares del país y donde más claramente se da la relación es en el norte; Salta, Santiago del Estero y Chaco. Pero la única que tenía fuerte crecimiento y apoyo del gobierno provincial era Formosa con el fuerte respaldo que da al sector Gildo Insfran. Son campos que con el valor de compra más la infraestructura de alambrados, el desmonte con el permiso pertinente, pastura y agua están en 1000 dólares la hectárea. Son campos de invernada de dos terneros por hectárea de 300 kilos de producción.
—¿Ves futuro en la zona?
—Es una clara zona invernadora y el principal destino de los terneros de destete es el norte de Corrientes y el este de Formosa. Hay un remate por mes de invernada.
—¿Cómo está Argentina en la vinculación con Brasil en el tema ganadero, es para preocuparse; en especial atento al caso de vaca loca denunciado en el país vecino?
—Siempre hay que estar preocupado cuando uno tiene una condición sanitaria saludable. Argentina por su guerra con Malvinas no tenía importación de animales en pie de genética inglesa desde los 80 y en los 90 cuando se genera la epidemia en Inglaterra, Argentina fue el primer país en el mundo que hizo un análisis de laboratorio y demostró ser libre de vaca loca. Se logró ese status. Los países enfermos, primero Inglaterra y luego otros de Europa, pulsearon para no sentirse discriminados, pero en la práctica los países más rigurosos fueron Argentina y Uruguay. Brasil siguió importando genética, no solamente eso sino que durante mucho tiempo importó carne de los stocks de intervención de la Unión Europea, razón por la cual tiene un aceptable nivel de riesgo. No es la primera vez que le aparecen casos de vaca loca. Lo que tiene Brasil es una fuerte capacidad de lobby en los organismos globales de sanidad animal. Así minimizan las cosas. Yo he pedido no importar nada de Brasil porque Argentina tiene que preservar su estatus sanitario. Brasil ha sido envidiable en su capacidad de producción pero no es para nada envidiable en la desprolijidad que ha tenido con la aftosa, vaca loca o con el fraude de papeles. Son buenos produciendo, muy buenos en la industria, pero descuidados con este tipo de cosas. Es máxima alerta.
—¿Cómo está Senasa para controlar el estatus sanitario que tenemos en el país?
—La mejor demostración es que días atrás se detectaron patitas de cerdo traídas de China, pero lamentablemente no fue una acción de Senasa en su plan de vigilancia sino empleados de ATE en Ezeiza que hicieron un paro a la japonesa, cuadruplicaron su dotación de personal, y a partir de eso lograron detectarlo. Senasa tiene cuatro veces menos personal que Aduana y a su vez debía seguir el protocolo de riesgo de Aduana que es otro, que controla los aviones que vienen de Miami por el contrabando de electrodomésticos y no controlan a los chinos que traen patas de cerdo. Me parece que la situación es que la producción y la industria no están prestando atención. No escucho un comentario de la industria ni de la producción al respecto y eso me preocupa.
—¿La Mesa de Ganados y Carnes genera políticas para el sector?
—Estoy en el sector desde hace 30 años y nunca un presidente recibió nueve veces como lo hizo Macri a una incipiente Mesa de la Carne. No hace falta decir que no soy macrista, soy afiliado peronista, pero debo aclarar que es la primera vez que sucede esto. Me parece que los privados están padeciendo de alfombrarojismo y que se esmeran en ir a ver al presidente y contarle el diario de Irigoyen. No le dicen lo que realmente está sucediendo, hablan de una cantidad de logros que son relativos. Senasa no controla en fronteras, yo personalmente el viernes pasado a las 6 de tarde pasé por el puente internacional que une Clorinda y Paraguay. Me controló la Aduana y cuando pregunto por Senasa me dicen que no había nadie, que eran las seis de la tarde y que era viernes. Había unos 50 camiones para pasar y muchos con alimentos. Me explicaron que Senasa cierra a las 6 de la tarde. Países extranjeros reclaman porque Senasa tiene empleados en las inspecciones que están bajo la orden de los frigoríficos y no del Senasa. No me preocupa la gestión pública, me preocupa que los privados no toman el rol que tuvieron en otra época cuando fueron capaces de cogestionar con Senasa la erradicación de aftosa por ejemplo.