Científicos argentinos trabajan en un nuevo desarrollo transgénico de papa. Esta vez, se trata de un evento resistente a condiciones de sequía. Al momento se evaluaron las respuestas del potencial cultivo en macetas -con resultados prometedores- y ahora planifican las pruebas a campo para su aprobación a mediano plazo. ¿De qué se trata?
Los primeros avances llegaron cuando un grupo de investigadores de fisiología vegetal que trabajan en la Facultad de Agronomía (UBA) y CONICET, descubrieron que las plantas con mayor cantidad de proteína BBX21 poseen una mejor adaptación a situaciones de estrés hídrico. Este descubrimiento, no obstante, se realizó primero en una pequeña planta modelo de la familia de las crucíferas, conocida como Arabidopsis thaliana. Luego comenzaron los estudios en papa, variedad Spunta, dado su potencial como cultivo alimentario en nuestro país.
Genética mediante, los investigadores crearon eventos transgénicos en esta hortaliza para que sintetice más la proteína BBX21; es decir, le agregaron más “copias” de este gen -que, vale remarcarlo, ya existe naturalmente en la planta-.
Posteriormente, se la sembró bajo condiciones óptimas de riego y fertilización, en macetas colocadas en invernáculo: crecieron plantas más robustas, con mayor número de tubérculos que una planta Spunta normal. ¿Qué pasó?
“Las plantas que sobreexpresan el gen BBX21 tienen más clorofila, hacen más fotosíntesis y producen más hidratos de carbono llevados al tubérculo porque producen más pigmentos fotoprotectores. Estos mejoran el funcionamiento del aparato fotosintético en condiciones optimas. Como consecuencia, logramos más peso de tubérculos por planta cultivada”, explicó a InterNos Javier Botto, líder del Laboratorio de Plasticidad en la Señalización del Desarrollo del Ifeva, investigador principal del Conicet y director de este proyecto.
Pero las condiciones a campo, en la intemperie, no siempre son condiciones óptimas de producción. El calor agobia, los vientos se imponen, el agua a veces -cada vez más veces- falta. Esto quiere decir que la cantidad de recursos que la planta extrae del ambiente y el suelo para crecer son variables, en intensidad y periodicidad.
Por eso los investigadores repitieron el experimento en laboratorio y en macetas, pero esta vez con una restricción hídrica moderada (es decir, falta de agua en una ventana de tiempo; entre dos y cuatro semanas). Luego midieron las consecuencias comparando el genotipo de control (Spunta tradicional), respecto a las variedades transgénicas en condiciones óptimas y de estrés hídrico moderado.
Encontraron que las plantas que sobrexpresaban más copias del gen BBX21 eran más tolerantes a la sequía porque producían más clorofila y mejoraban la fotosíntesis, debido a una mayor difusión de dióxido de carbono hacia los cloroplastos. Como resultado de este proceso más eficiente, las plantas transgénicas producen mayor cantidad de hidratos de carbono, que se traduce en un 17% más de peso de tubérculo por planta cuando la cantidad de agua en el suelo es limitante. Escalable a cientos o miles de hectáreas, el número no es para nada despreciable.
Ahora restan los ejercicios a campo para demostrar si lo que se vio en macetas se puede replicar al aire libre. Cabe recordar que la aprobación de un transgénico es un mecanismo complejo, que demanda -además de la demostración de sanidad e inocuidad- un escalamiento productivo en las pruebas a campo. Hay que testear al cultivo en parcelas con riego y sin riego, en condiciones de mayor o menor sequía, en diferentes climas.
La faceta inicial -de laboratorio- fue financiada por fondos públicos, a través de CONICET y la Universidad de Buenos Aires. Ahora, el equipo de investigación busca acuerdos privados con empresas del sector, paperas o no, interesadas en financiar dichas evaluaciones a gran escala. En esta segunda etapa se recolectan y analizan datos para entender mejor las respuestas del cultivo según la región, el tipo de suelo o los recursos naturales disponibles.
Este desarrollo podría ser importante para la biotecnología argentina porque el descubrimiento, más allá de su aplicación a la papa, puede extenderse a otros cultivos. En un contexto de falta de agua generalizada, la comunidad científica argentina realiza otro aporte clave para optimizar la producción agrícola, como sucedió recientemente con el trigo HB4 (cuestionado, sin embargo, por otros aspectos de su aprobación comercial y por su resistencia al glufosinato de amonio).
Respecto a los temores que suscitan los transgénicos, el Dr. Javier Botto señaló: “Con este desarrollo lo que logramos es sobreexpresar un gen, BBX21, que regula la expresión de otros genes, que las mismas plantas producen para crecer y desarrollarse. En este caso, utilizamos la biotecnología para incorporar más copias de un gen homólogo que se encuentra conservado en el reino vegetal, por lo que esperamos que este tipo de transgénicos no tenga consecuencias sobre el consumo humano. A la fecha, no hay evidencias reales de que produzcan efectos negativos”.
Y agregó: “Hay que sacarse el miedo con estas tecnologías. Hay que analizar críticamente la información. Antes de que llegue a la boca de los consumidores, es un producto que debe ser testeado bajo todas las normas de calidad que exige el país. Es una tecnología con enormes potencialidades”, agregó el responsable de la investigación, publicada en la revista The Plant Journal.
Cabe recordar que Argentina posee otra papa transgénica esperando su salida al mercado. Se trata de la variedad Spunta Ticar, un desarrollo con alto porcentaje de resistencia al PVY, virus que ataca al cultivo y ocasiona pérdidas de calidad y rendimientos en hasta un 70%. La misma fue aprobada en diciembre de 2020 por la Comisión Nacional de Semillas (CONASE) y ahora el laboratorio SIDUS -encargado de financiar su desarrollo- anunció su lanzamiento para 2022. No obstante, todavía hay incertidumbre al respecto porque muchas asociaciones de productores rechazan el evento y se resisten a su incorporación al sistema comercial.