Atilio Gómez habla sobre el arte de hacer un buen cuchillo

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Textual: "Empecé haciendo cuchillos, al principio fue como hacer manualidades"

Es uno de los grandes artesanos de Entre Ríos. Desde un pequeño taller en su casa de María Grande, logra transformar el acero negro de un viejo disco de arado o el elástico de un Ford T en una pieza única e irrepetible. Sus trabajos han viajado a los confines del país y al exterior, cimentando el bien ganado prestigio de la tradicional cuchillería provincial.

Una piedra esmeril, un taladro, un yunque y una prensa. Martillos, pinzas y aceros viejos que se amontonan en los rincones y en el patio forman parte del “atelier” de este artista singular, que bien temprano, en la madrugada de cada día, comienza su labor.

“Empecé hace muchos años haciendo cuchillos. Al principio fue como hacer manualidades, unos encabados en madera para probar, luego siguió una chaira para afilar, y un cuchillo que todavía conservo, el primero. Cuando me quedo sin trabajo no sabía para dónde agarrar, así que empecé con una cuchilla grande que me encargaron para darme una mano” relata Atilio en su presentación.

El principio de la historia de un artesano singular, que vivía del salario y de un empleo que lo ocupó más de 30 años, hasta que un día ese comercio dejó de existir. “Quedamos en la calle y sin nada” recuerda. Esos conocimientos básicos en el arte de hacer cuchillos fueron el obligado primer paso, el disparador para recorrer un camino complejo, desesperado, pero siempre hacia adelante.

¿Usted cree en el destino?

Pregunta existencial si las hay y sin respuesta para muchos de nosotros, pero que en la vida de este artesano adquiere carácter de sentencia. Fue carnicero de muy chico y hachero en la primera juventud, labores en las que conoció la nobleza de los metales y el filo imprescindible en aquellas herramientas que manipulaba, junto a la calidad que debían tener, sin imaginar que algún día esa experiencia podría servirle de algo.

“Siempre me gustó el tema de hacer cuchillos, encabar”. La certidumbre que da un empleo y un sueldo mensual mantuvieron “dormido” al artesano, pero un día ese comercio cerró y llegó el desempleo. “Con una mano atrás y otra adelante, sin cobrar un mango, así quedamos”. La pelea por la vida despertaron los talentos de Atilio Gómez, el cuchillero de María Grande.

“Comencé hace muchos años haciendo cuchillos. Al principio fue como hacer manualidades, unos encabados por encargo, luego siguió una chaira para afilar. Cuando me quedo sin trabajo no sabía para dónde agarrar. Un día un productor agropecuario muy importante de El Segundo –zona cercana a María Grande-, me encargó una cuchilla grande para darme una mano”, cuenta Atilio.

“Fue la mano de Dios”, dijo Maradona sobre el primer gol a los ingleses. Para Atilio esa cuchilla que le encargaban para trocear, “fue la mano que me tiró el de arriba” dice y señala al cielo. El chacarero que le realizó aquel encargo quería una copia de una que él ya tenía. “Se la hice y le gustó mucho. Ahí nomás me pidió otra para el hijo…y así empecé y ya no paré”.

El secreto del buen cuchillo

Un fabricante de implementos agrícolas cordobés le dijo una vez: “Nunca caliente esos fierros, ya están templados, córtelos con cuidado para que no levanten temperatura” recuerda Atilio, sobre una técnica que asimiló, que aplica y que es diferente a la de muchos artesanos que este cronista ha entrevistado, donde la fragua ocupa el centro de la escena artística.

“Yo corto y lo que sale lo que sale. Mis cuchillos no tienen el mismo tamaño. Puedo hacer 50 cuchillos y cada uno tiene su medida” cuenta y repite que lo importante es “que no pierdan el temple”. Y así hace sus cuchillos, trasmitiendo con filosófica generosidad que “el sol sale para todos y la vida te da oportunidades, siempre que uno quiera trabajar”.

Como el orfebre manipula la plata o el oro, para un artesano cuchillero todo pasa por el acero. Puede ser inoxidable, pero el acero al carbono o negro es el preferido. En el reciclado de un viejo disco de arado en desuso, en el elástico de un vehículo que ya dio todo o en unas tijeras que han dejado de tusar, están los materiales para una buena pieza.

Las ferias que esperan los artesanos

La figura menuda de Atilio Gómez comenzó a ser vista en la exposición anual de la Sociedad Rural de María Grande, allá por el 2005. El hombre con sus cuchillas y cuchillos en la carpa de los artesanos, en su mesa sencilla donde hojas filosas, encabadas en madera o astas vacunas o de algún axis invasor, fueron uno de los puntos de encuentro de los visitantes, en esos primeros fines de semana del mes de setiembre, que durante tantos años convocaron a miles de curiosos para ver los últimos fierros de la industria metalmecánica nacional e internacional, junto con la muestra del Museo de la Maquinaria Agrícola, uno de los más importantes del país.

Fueron aquellos días de ferias masivas donde los trabajos del artesano mariagrandense se fueron ganando un lugar de reconocido prestigio. “La primera vez que fui a la Rural llevé unos veinte cuchillos. Los vendí a todos”, recuerda con emoción, orgullo y nostalgia. “Ojalá que la vuelvan a hacer” dice.

La ciudad termal de María Grande, a 70 kilómetros de la capital provincial, lo tiene como uno de sus hijos dilectos, por eso hubo preocupación por su salud en este año tan complicado, pero se recuperó y aunque todavía espera una cirugía está trabajando, haciendo lo que sabe hacer con sus manos y que tanto disfruta, lo que fue aprendiendo casi como un entretenimiento pero que un día se transformó en la necesaria e imprescindible fuente de ingresos para él y su familia, y en su manera de vivir.

Guido Emilio Ruberto / Campo en Acción

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