Aprendió el oficio jugando de muy chico en la carpintería de su padre, el maestro artesano Honorio Yuber. Quizás ésa infancia, entre tablas, listones y troncos fue marcando su preferencia y especialidad por tallar juguetes en madera. Pero observar la labor de su progenitor durante muchas horas diarias lo hizo asimilar otro aprendizaje: Sin esfuerzo y sacrificio poco y nada se consigue, el magisterio de la vida que le dicen.
Darío Yuber vive en la zona subrural de Paraná, ciudad en la que nació hace 62 años, muy cerca del parque botánico municipal, en un ambiente muy tranquilo, casi pastoril, donde los pájaros y sus trinos le siguen ganando al lejano ruido de autos y camiones que llega desde la cercana y moderna autovía. Si hasta el ronroneo del torno en el taller se diluye, absorbido por los verdes intensos y la madera acopiada al aire libre, la que espera paciente ser transformada por el artista.
“Estuve siempre, desde chico, jugando en la carpintería de mi viejo, Honorio Yuber. Jugaba con pedacitos de madera, lo que me fue metiendo en la carpintería. Así fue desde el inicio, por eso me puedo calificar como carpintero artesano”, sostiene a modo de presentación sobre su profesión en diálogo con Campo en Acción.
Su sello de presentación han sido los juguetes artesanales -se lo solía ver en las diferentes ferias locales antes de la pandemia-, aunque los que lo conocen, en el mundo de la cultura, admiran su multifacética capacidad para crear y transformar un trozo de madera. El listado de lo que hace Darío Yuber puede ser muy extenso. “En cada trabajo encargado se pone todo, lo mejor que sabemos” asegura.
Volcado en estos tiempos de aislamientos y distanciamientos mucho más a la carpintería convencional que a hacer juguetes, sugiere que a veces “la gente divide al artesano del carpintero, en mi caso no. Yo soy un artesano de la madera, y cada trabajo que hago es una pieza única”.
La vivienda en el ejido paranaense hace honor al morador. Abunda la madera como corresponde y el sello del artista se reconoce en cada rincón. Desde la originalísima puerta de tablones y ramas bien pulidas; la cocina, con una mesada de ondulados bordes en armonía con un mobiliario de mesa y banquetas realizado con un toque rústico; como ese piso de ciprés donde está la firma original, el auténtico toque de autor.
En el cálido taller, con el orden-desorden que entiende el que allí labura, se perciben esencias de nobles maderas. Aviones, autos, trenes, helicópteros, un juego de dormitorio o un living todo en escala, o peines y peinetas, de calidad y con un toque único, como los juegos de ajedrez de excelencia y belleza que salen de la factoría de Darío. Desde ese espacio de aserrines dorados en el piso, el serrucho, la gubia o el torno –y otras herramientas- marcan el territorio donde el carpintero ve pasar muchas horas del día creando.
“Cada pieza es única y lleva su tiempo, más allá que los juguetes son seriados en la forma pero no hay una máquina que los haga. Son hechos uno por uno” sostiene.
El sillón
Entre los orgullos grandes que atesora el artesano paranaense está el sillón preseleccionado por el Fondo Nacional de las Artes hace un par de años. “Tuvo muy buena aceptación y muy buenos comentarios, pero cuando llegó a Buenos Aires me dijeron que era muy grande para llevarlo en una muestra itinerante por las provincias” acotó sobre un trabajo tan singular como notable.
Ser preseleccionado por el Fondo Nacional de las Artes ya es motivo de orgullo para un artesano. “Se presentan muchos, muchísimos trabajos de todo el país, así que es muy importante para cualquiera que seleccionen tu trabajo”. La compensación vendría un tiempo después, en 2018, cuando una fina pieza de Yuber, una frutera de madera, recibió el primer premio en el Salón Nacional de la Creatividad y Diseño Artesanal, realizado en la localidad bonaerense de Berazategui.
Pandemia y más allá
“Nos pegó como a todas las actividades pero un poco más”. Así se podría decir del sector de la cultura, de las ferias de artesanos, afectadas por la pandemia del covid-19. “Las ferias artesanales se cortaron y va a ser lo último que se va a poner en marcha. Hay muchos artesanos que están muy mal, económica y anímicamente porque dependen exclusivamente del trabajo y de la exposición en las ferias. En mi caso, me puse las ‘pilas’ en la carpintería, en la restauración de muebles y, a Dios gracias, tengo trabajo”.
La herencia de don Honorio
“Lo que aprendí de mi viejo es a trabajar. Nada se puede hacer sin esfuerzo, sin sacrificio. Mi padre comenzó de forma independiente en el año 1960. Él aprendió de su abuelo y de un tío. Tengo recuerdos de muy chico, cuando comenzaba la jornada a las 5 de la mañana, torneando platos para comer carnes, ensaladeras, y le pegaba hasta la tarde sin parar para almorzar. Eso te marca” subraya.
¿Qué es el reconocimiento? “Para mí fue que vinieran a buscarme para un trabajo, que los atendiera mi papá y le preguntarán por el otro Yuber, el joven” sonríe Darío.
“Él fue un maestro” dice sin rodeos de su progenitor, y admitiendo que más cerca en el tiempo y a partir de la existencia de internet “uno ve otro mundo, gente con un talento, ebanistas maravillosos que, realmente, te hacen sentir como si uno no hubiese empezado todavía”. El conocimiento y el aprendizaje sin fin.
Lejos, muy lejos quedó su primer trabajo “profesional”, que fue arreglar una puerta en la casa de un vecino, lo que traería otras labores parecidas. Así fue aprendiendo y perfeccionando un oficio que heredó de su padre, que aprendió y del que ha vivido siempre.
Guido Emilio Ruberto / Campo en Acción