La notificación o denuncia inmediata de cualquier sospecha de rabia paresiante por parte de productores, veterinarios/as y población en general es fundamental para que el servicio sanitario adopte las medidas de control necesarias para reducir su impacto y evitar su dispersión.
La rabia es una zoonosis (se transmite de los animales a las personas) de origen viral, que afecta al sistema nervioso central de todos los mamíferos, inclusive a las personas, y su desenlace es siempre fatal. La enfermedad es de distribución mundial y el virus que la produce, es poco resistente en el ambiente y sensible a la mayoría de los antisépticos.
Las provincias donde esta variante del virus que produce la rabia paresiante está presente (provincias endémicas) son Misiones, Chaco, Formosa, Corrientes, Santiago del Estero y parte de las provincias de Entre Ríos, San Luis, Córdoba, Santa Fe, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y Tucumán.
Tanto en animales como en humanos, se trata de una enfermedad inmunoprevenible (prevenible mediante vacunación) y es precisamente la vacunación, junto a las medidas de vigilancia, control y diagnóstico temprano, una de las principales herramientas de control.
En Argentina y en América, solo se encuentra presente el virus rábico clásico, en sus diferentes variantes antigénicas, según el mamífero que actúe como reservorio para alojar a este virus.
Si bien existen diferentes variantes del virus rábico clásico, las más popularmente difundidas son: las variantes l y ll, que principalmente afectan a cánidos terrestres (perros, zorros, lobos, entre otros) y poseen un ciclo de transmisión urbano y rural; la variante IV, que se presenta en murciélagos insectívoros; y la variante lll, que afecta al murciélago hematófago (se alimenta de sangre) o vampiro común Desmodus rotundus, posee un ciclo de transmisión aéreo rural y cuando es transmitida al ganado, produce la enfermedad conocida como rabia paresiante.
En Argentina, la presentación de la variante antigénica III se ve ligada a la distribución en el territorio de Desmodus rotundus, especie que actúa como vector del virus, es decir, puede alojarlo y transmitirlo a otros mamíferos.
Si bien el ganado no trasmite el virus rábico directamente a las personas, éstas pueden contraer la enfermedad al realizar prácticas sobre animales infectados, actuando de esta manera como huéspedes accidentales.
Los primeros signos clínicos que se observan en animales infectados con rabia paresiante consisten en: inquietud, falta de apetito, tendencia a aislarse y frecuentes vocalizaciones con un tono de voz diferente al habitual. Luego, se observa depresión, deshidratación, dificultad postural y ambulatoria.
La rabia paresiante es una enfermedad de denuncia obligatoria, por lo que, tanto veterinarios/as oficiales como privados/as, productores y personas particulares, deben dar aviso inmediato al Senasa ante una posible sospecha. La notificación permite al Organismo tomar rápidamente medidas de control y vigilancia, tendientes a contener la situación y disminuir al mínimo posible el impacto que la enfermedad genera en la salud pública y los daños ocasionados a nivel económico.